martes, 9 de septiembre de 2014

Contrastes


De vez en cuando hablo con lectores del blog e incluso con alguno de los seguidores (gracias por estar ahí) y escucho con enorme interés y atención sus propuestas.

Una de ellas es que alterne entradas largas y de contenido profesional con otras ligeras y personales. Muchos lectores afirman sentirse aliviados cuando tras algún post teórico y difícil intercalo uno frívolo sobre mi estado de ánimo (feliz como una lombriz), mis magdalenas favoritas (de espelta) o la subida al Hautacam, este verano, en el Pirineo Francés. Así que allá voy con un artículo light.

Pasando las hojas del coqueto catálogo de Cos -avance de la moda otoño-invierno 2014 / 2015- descubro (con cierta perplejidad) que el árbol más antiguo de la ciudad de Nueva York es un olmo de ¡doscientos años! Al parecer los neoyorkinos están muy orgullosos de su árbol pero a mi me entra la risa... así que dejo el catálogo a un lado junto a la taza de café en la mesa del salón, cojo las llaves, algo de dinero, la cámara, y me dirijo al Parque de Aiete -a seis minutos de casa, a pie- donde pido que me hagan una fotografía con un roble; uno de las decenas esparcidos por el recinto.




Mi interés por la observación de los árboles de mi entorno se ha incrementado exponencialmente desde que me regalaron el Inventario de los árboles de Virginie Aladjidi y Emmanuelle Tchoukriel: me paso el día recogiendo hojas, estudiando troncos, observando la forma de los frutos, la textura de la madera, la resina...

Vuelvo a casa tras el reparador paseo y consulto el volumen en cuya página 26 descubro que el árbol de la fotografía al que trato inútilmente de abarcar tendrá unos... ¡trescientos cincuenta años! y tan sencillamente, sin darse importancia alguna ni salir en un catálogo de lujo como si se tratase de un incunable.  

Hay muchos mundos pero están en éste en el que conviven el viejo y el nuevo continente separados no sólo por el Atlántico sino por un océano cultural, sociológico, económico y forestal. Lo que en Nueva York (nuevo mundo) es un árbol anciano y una excentricidad en el País Vasco (viejo mundo) es algo común aunque no corriente.


Secuoya en Saint  Gaudens (Francia), 2011.
Pueden alcanzar los 120 metros y los 2000 años de vida.













Hemos de aprender a apreciar (poner en valor) nuestras cosas pequeñas y grandes, costosas y gratuitas porque estamos rodeados de belleza, raíces, setas, musgo, bellotas, duendes, hadas...





2 comentarios:

Eugenio Moliní dijo...

tomo nota Azucena y te plagiaré desvergonzadamente.. Creo que me hace falta aligerar ... :-) Un abrazo

Azucena Vega Amuchástegui dijo...

Agradezco el eco desde el Santuario de Lord... y que encuentres alguna utilidad a mis "pajaradas". Gracias por contribuir, Eugenio.