domingo, 17 de junio de 2018

Sanar el alma en Granada



Como los perros, las personas buscan la sombra cuando la temperatura supera los treinta grados en Granada, donde trabajo. Ya terminado el encargo, dedico unas horas al ocio, me disfrazo de turista y subo a la Alhambra, ritual que practico una vez al año desde el 2014.





Las golondrinas construyen sus nidos en las pequeñas perforaciones de las torres de la Alcazaba. Los nenúfares del Generalife están en su máximo esplendor y hoy una culebra serpenteaba entre sus hojas sin prestar atención a los cientos de visitantes que a las diez de la mañana saturaban el recinto declarado patrimonio de la Unesco en 1984.





Todos los males del alma sanan si permaneces media hora en silencio junto a la acequia real. Las golondrinas y vencejos coquetean con las plantas aromáticas mientras los jardineros se afanan en mantener sana y vigorosa la floresta: un canto a la vida y a la sensualidad. Debiera ser obligatorio conectar con el agua, la tierra , el cielo, la piedra, el yeso, la madera y otros materiales de mayor o menor nobleza cuyo conjunto monumental sobrepasa la capacidad de absorber belleza de los urbanitas.






En este entorno volvemos a ser humanos: caminamos tranquilos, nos fijamos en las plantas, contemplamos las acequias, olemos el romero, escuchamos el murmullo del agua, capturamos la luz del Albaicín y -aunque cansados- regresamos a casa como nuevos porque siete siglos de historia dejan tantas huellas en el camino que es imposible perderse. Granada, por prescripción facultativa, una vez año antes de que la nieve desaparezca de los ventisqueros donde aún clarea...      




1 comentario:

Azucena Vega Amuchástegui dijo...


Artículo directamente relacionado con el contenido de este post (publicado en El País Semanal) titulado: Una dósis de naturaleza, por favor. https://elpais.com/elpais/2018/06/05/eps/1528191516_468009.html