La inteligencia emocional es necesaria pero no suficiente para levantar un equipo de trabajo sobre la columna vertebral de la eficiencia.
Soy consciente de que mi afirmación resultará desconcertante para muchos e irritará a algunos. Sin embargo, persisto en el enfoque: la inteligencia emocional es necesaria pero no suficiente para conseguir que un equipo funcione en el seno de una organización productiva.
¿En qué baso mi rotunda afirmación? En la teoría y práctica de las enseñanzas de algunos de mis mentores, en sus libros y publicaciones, y en la transmisión directa de conocimiento de algunos sabios que han dedicado su vida al estudio de los equipos de trabajo: Michael West, Kurt Lewin, Stephen Covey, John Whitmore, Alain Cardon, Robert Dilts, Meredith Belbin, Otto Scharmer, Arawana Hayashi, Peter Senge, Claudio Naranjo...
De hecho, un poco de persistencia y contraste en la vida real de fábricas y despachos nos llevará a descubrir que todo grupo humano se asienta sobre tres grandes ejes temáticos: cognitivos, afectivos y conductuales que a su vez se despliegan en los llamados "factores situacionales" entre los que se encuentran el modelo mental compartido, la cultura organizacional o la reflexividad por citar solo tres que nada tienen que ver con la inteligencia emocional y son relevantes por su impacto en resultados.
La inteligencia emocional es necesaria en la construcción de equipos -como eje afectivo- pero... ¡no es suficiente!
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