El caso es que ahora me gano la vida montando puzzles. Con mi visión de cíclope veo las piezas esparcidas por las naves de las empresas e imagino como puede resultar el conjunto: un sistema armónico en el que unos encajen en otros, se complementen, apoyen, alienten y estimulen inspirados por un objetivo compartido. Monto puzzles de bastantes piezas aunque no tantas como las que tenía el de Zurich. Bueno... en realidad... seamos honestos: los montan ellos a partir de los entrenamientos que compartimos. Esa es la magia de las técnicas generativas: sacan de las personas, los equipos y las organizaciones el rompecabezas que existía de antemano sólo que ¡hay que saber verlo antes de completarlo! y eso tiene su misterio y su gracia.
También de desgracia la verdad, porque si bien eres testigo de puzzles que se montan a partir de las piezas originales -lo cual es muy hermoso y alentador- no lo es menos que tan pronto sales de una empresa -con el puzzle recién montado- entras en otra en el que las piezas vuelven a estar desperdigadas por la moqueta del pabellón. Vuelta a empezar. Una y otra vez y así todos los días, muchas semanas, durante meses y años y ¡corcho! no se acaba nunca el juego de montar rompecabezas. Es una nueva profesión por eso le llamamos emergente. Y nunca controlas del todo las herramientas que ajustan cada pieza con precisión. Las personas son predecibles hasta cierto punto después del cual se sumergen en el misterio insondable del carácter, las pulsiones, la bondad/ maldad y un larguíiiiiiiiiiiiiiiiiisimo etc. que no es objeto del post y ¡claro! son el ingrediente principal de la historia: o casan o no hay sistema.
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