domingo, 4 de octubre de 2009

BBVA

Durante casi cuarenta años mi padre trabajó en la 1.300, casa matriz del Banco de Bilbao en la Gran Vía de la capital vizcaína, hoy BBVA. Mi hermana y yo, con trenzas e idénticos vestidos (con nidos de abeja bordados por mi madre en la pechera) íbamos a veces a buscarle a la salida del trabajo. Emergía tras las rejas pesadas de la entidad bancaria altíiiiiiiiiiiiisimas para unas niñas de diez años y aún enormes para Gasol. Nos inculcó el orgullo simple por el trabajo que -según él- imprime carácter y el orgullo compuesto por empujar la economía vasca desde una entidad que había nacido al socaire de la oligarquía de Neguri (municipio acaudalado cercano a Bilbao).

Si viviera, hoy mi padre estaría triste. Ha salido de la cúpula José Ignacio Goirigolzarri, el último directivo vasco de altos vuelos del BBVA. Perdemos fuelle en la entidad. Llevaba ocho años en el cargo en sustitución de Emilio Ybarra y era el número dos tras el presidente Francisco González obsesionado con el avance del Santander.

La otrora pujante y parecía que imbatible entidad financiera ha vaciado de contenido las plantas de la impresionante sede histórica en la Gran Vía de Don Diego López de Haro (fundador de la villa). Hoy parece un edificio fantasma que han intentado reiteradamente vender sin éxito alguno. Además sale de la cúpula el último vasco y -por si fuera poco- en los últimos siete años se han perdido posiciones con la competencia. El Santander ha subido un 31% en Bolsa mientras que el BBVA ha caído un 11%. Mi padre estaría triste y yo también: orgullo des-compuesto.

No hay comentarios: