domingo, 24 de enero de 2010

La lección del campesino

Dos almas en vuelo rastrean las huellas de sus ancestros y a pie ascienden de Oña a Penches (Castilla) por un sendero habitado de corzos, gamos y ardillas. Sábado. La niebla lo envuelve todo. Hace frío. Seiscientos metros de altitud separan ambos pueblos. Se llega a los 1.200 por un camino forestal que deja atrás rebaños de ovejas y vacas gordas y rubias. A lo lejos -entre siluetas de neblina- se recorta la forma de un burro, especie en extinción y protegida que me produce ternura.

Tras dos horas de caminata se aproxima el mediodía mientras el frío se cuela por debajo de la piel con una sensación húmeda y pegajosa que no resulta fácil sacudirse. Más allá del burro atisbo la sombra de un tasca de monte. Aunque no veo el acceso debe estar abierto porque la chimenea exhala humo intermitente. Nos acercamos. En el banco exterior hay un paisano que levanta la cabeza y no pronuncia sonido alguno a nuestro paso. Lleva boina y un palo grueso que apoya contra la pared de piedra. A sus pies duerme un perro. Entramos en el garito donde varios hombres juegan a las cartas. También llevan boinas y algunos un palillo en la comisura de los labios. El tiempo se detiene en ese lugar hasta que el olor a humo de la chimenea, de los puros, y de la cocina, nos saca a empujones al frío exterior. Me siento al lado del paisano. Cinco, diez, acaso quince minutos después, el hombre se arranca a contarme la historia del burro ¿qué burro? -le pregunto- uno que pace ahí abajo, en la finca de Chanchillo, que en paz descanse...


El burro de Chanchillo cayó un día en un pozo. El animal se quejó durante horas mientras el dueño trataba de encontrar una manera de sacar al animal de allí. Finalmente, pensó que el burro ya estaba muy viejo y que el pozo estaba seco, por lo que no compensaba el esfuerzo de sacar al animal. Además, el pozo necesitaba ser tapado de todas formas. Pidió ayuda a todos los vecinos de Penches que comenzaron a tirar tierra al pozo. El burro redobló sus quejidos, pero después de varias paladas de tierra el animal se aquietó. Chanchillo miró al fondo del pozo y sorprendido descubrió que a cada palada que los campesinos echaban, el burro se sacudía la tierra y daba un paso encima de ella. Muy pronto el burro llegó hasta la boca del pozo, pasó por encima del borde, y salió trotando.


La vida -dijo el paisano golpeando con su palo el suelo y despertando al perro con su gesto- va a tirarte tierra, todo tipo de tierra. El truco para salir del pozo -terminó por concluir tras un silencio que se me hizo eterno- es sacudírtela y usarla para dar un paso hacia arriba. Cada uno de nuestros problemas es un escalón hacia arriba. Podemos salir de los más profundos pozos si no nos damos por vencidos. No dejes que una situación te entierre chiquilla -me dijo el anciano mientras se levantaba- entiérrala tú a ella con un proyecto ilusionante que te haga llegar a conseguir tu libertad.

Bajé del monte más ligera de equipaje, como los hijos de la mar (que decía el poeta). De regreso a la ciudad -ya en el coche - recordé sus palabras: ¡Usa la tierra que te cae encima cada día para salir adelante! y me parecieron sabias y alentadoras.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola Azucena,

Excelente reflexión llena de sabiduría...

Un abrazo y gracias por escribir en tu blog.

Ander