sábado, 15 de enero de 2011

Apocalíticos e Integrados

El apocalipsis -entendido como el fin del mundo- se anuncia coincidiendo con el final de las subvenciones de todo tipo que alimentan la mediocridad y amortiguan el desconcierto. La ciudadanía desconoce la ingente cantidad de personas, instituciones y empresas que viven de las subvenciones gubernamentales de ámbito nacional, autonómico y provincial, por no hablar de San Hobetuz (Europa), plan que viene "salvando" la cuenta de resultados de unas cuantas organizaciones. El día en el que las subvenciones caigan será "el crujir de dientes" del que habla la Biblia en el libro de Juan, cuajado de dragones, espadas y jinetes.

Los cursos que se ofertan -de todas las clases, colores, duraciones, enjundias, calidades, fuste, descaro, utilidad/inutilidad- están subvencionados para las empresas en un porcentaje que roza la totalidad. Si no fuera así, si los departamentos de contabilidad tuvieran que pagar las facturas formativas... ¿Cuántos de los actuales cursos sobrevivirían?


Entiendo que se trata de otra pompa de jabón, tan efímera como inútil, tan banal como entretenida, tan incolora, inolora e insípida como todo aquello por lo que no se paga. Y aunque resulte doloroso reconocerlo, los humanos no apreciamos aquello que no cuesta dinero (sea una puesta de sol o un curso de escaparatismo). Y desde luego, si es gratis, las evaluaciones de satisfacción son positivas -especialmente si los cursos se realizan en jornada laboral-.

Reconozco que la intención de las subvenciones es legítima: mantener entretenidos a los parados, distraídos a los afectados por Eres y reciclados a los "cursillistas profesionales" que hacen de ello una manera de vivir. La intención es noble, estoy segura. Sin embargo, como en casi todo, la realidad supera la más pícara ficción y en la actualidad el mundo de la formación subvencionada se asemeja a un fondo de reptiles que alimenta la mediocridad (de los formadores) y amortigua el desconcierto (de la ciudadanía).

No hay comentarios: