viernes, 28 de enero de 2011

Espacio Ono

Mi casa no es sino el lugar en el que vivo con un filósofo. Y el espacio no me pertenece sino como morada de los sueños. Vivo en la calle Onírica número 30, segundo A de San Sebastián, un lugar en el que los balcones parecen delegaciones del Botánico de Stuttgart y el salón una franquicia de Body Factory con pesas, cuerdas y artilugios.

Mi casa no es sino el lugar en el que comparto el desayuno en la pequeña mesa redonda de la cocina con mantelito amarillo y servilletas al tono. A la mesa cilíndrica le llamamos "el rocódromo" y no me pregunten porqué. El caso es que los fines de semana incluimos junto a las rebanadas integrales, un croissant bien tostado con mantequilla y mermelada de higo -mi favorita- o de arándanos -la suya-. Este es el primero de un centenar de pequeños placeres que hacen de nuestra casa un refugio anti-atómico resistente al bombardeo de ruidos y disonancias.

El polvo invade a veces las estancias y las pelusas corren por la casa en competición paraolímpica. Los libros pugnan por hacerse un sitio entre las acuarelas, los mil cuadernos escritos a mano en las últimas tres décadas, los violines, los muñecos abandonados a la ternura de otro tiempo y un sinfín de objetivos que no retengo en mi memoria.

Hoy he comprado un taburete al que llaman "modelo de ordeñar"... En fin, mi casa es rara pero no tanto como para este ejercicio campestre ?! Lo quiero para el recibidor de la entrada donde nos quitamos los zapatos al llegar del monte o la playa y se quedan los remolinos de hierba y arena.

Mi casa no es sino un lugar en el que comparto una vida naif en el interior y semi-ortodoxa en el exterior. Único remanso en el trasiego de la batalla, de las mil batallas apasionantes en las que me sumerjo en este instante porque aguardan ávidas que les atienda. Ya saben... vivo en a calle Onírica nº 30, segundo A de San Sebastián, una delegación del botánico de Stuttgart.

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