Todos pisamos el mismo suelo, aunque alcanzamos distintos cielos -dijo ayer el filósofo, mientras abonaba la buganvilla sin profundizar en la idea-. En las últimas horas, la frase se ha ido entrelazando en mi mente junto a las lecturas del momento, los proyectos en los que trabajo, y las personas a las que entreno: un cóctel creativo que con frecuencia salta a este espacio en forma de post.
En una interpretación libre que el filósofo jamás descubrirá -no se asoma al blog- diríase que nacemos con unos dones, en una tierra que nos acoge incondicionalmente. Lo que hagamos después con nuestra vida depende en los primeros años de la familia y después en buena parte de nosotros mismos. La extensión, altura y el color de nuestro particular cielo es algo a conquistar desde la lucidez de una visión, la persistencia en el empeño, las circunstancias o contexto y quizá de... ¡¡El Elemento!!
Se trata de un concepto desarrollado por Ken Robinson, británico de nacimiento aunque residente en Los Ángeles, quien en un libro editado por Grijalbo profundiza en la idea de que todos tenemos unos talentos naturales que cuando desarrollamos en el mundo real con gozo-entusiasmo-alegría-pasión configuran nuestro "Elemento", aquello para lo que hemos nacido, nuestra misión, algo que da sentido, aporta y nos aproxima a la felicidad alcanzable: ¡Nuestro Cielo!
El volumen detalla la biografía de numerosas personas que sobreponiéndose a una familia, un entorno, un momento histórico, una enfermedad -o cualquier tipo de limitación imaginable- alcanzan no sólo notoriedad, éxito o dinero sino en la mayoría de los casos un sentido profundo a la vida, una plenitud-autorrealización propia de quienes han tenido el coraje de conectar con su Elemento (aquello para lo que están dotados y disfrutan).
Si observan su entorno cercano, comprobarán que estos individuos que parecen rozar la gloria con la yema de los dedos contribuyen a la mejora de aquellos lugares, personas y situaciones en las que se encuentran reforzando el turquesa de un cielo que nos sostiene ¡tanto o más que la propia tierra!
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