Floto cuando fluyo y me abandono al placer de escuchar en directo y en casa La Chacona de Juan Sebastián Bach. Paladeo el instante en el que mi hija llena por completo la estancia de su cuarto, y lanza una onda expansiva y musical más allá de los límites de la bahía.
Tras dos años de estancia en Stuttgart (Alemania), año y medio en Rotterdam (Holanda), e intermitentes estancias de numerosos países, cada instante a su lado no tiene precio para mí, y quienes me conocen saben que aparto de mi agenda todo lo que no sea vital hasta que abandona el país. Supongo que suena extremo, y sin embargo en mi proceso marca una evolución al priorizar un sentimiento a un pensamiento, y un deseo de la esfera privada a un deber de la esfera pública.
Aunque ella está aquí y todo lo transforma, la vida continúa y en domingo abordo las tareas pendientes de mi oficio. Hoy he leído de una tirada un sesudo artículo de catorce páginas sobre La efectividad de los equipos de trabajo, una revisión de la última década (1999-2009) escrito por Ramón Rico (Universidad Autónoma de Barcelona), Carlos María Alcover (Universidad Rey Juan Carlos de Madrid) y Carmen Tabernero (Universidad de Córdoba).
El texto es difícil y me ha costado seguirlo palmo a palmo con referencias internacionales a autores de las últimas décadas y utilización permanente de palabras como constructo, insumos o mediadores. Al final me quedo con algunas conclusiones aplicables a mi trabajo en las organizaciones. A: los equipos no siempre aportan la diversidad en conocimientos, actitudes habilidades y experiencias que permite ofrecer respuestas innovadoras a los retos planteados. B: los equipos óptimos tienen entre 3 y 6 miembros. C: el liderazgo compartido incrementa el rendimiento de los equipos. E: la virtualidad (uso de tecnologías de la información) modifica las interacciones entre los miembros del equipo, no siempre favorablemente. F: el clima de justicia incrementa el rendimiento y reduce el absentismo. G: los factores organizacionales y situacionales influyen en la estructura del equipo como un todo. H: los equipos son sistemas adaptativos complejos, como las relaciones familiares, como la decisión de dejar marchar. Recuerdo algo que Mark me explicó hace años: con los hijos hay que aprender a dejar marchar la flecha de la vida hacia la diana de su destino, lo que exige el abandono de la adicción al control que padecemos los adultos.
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