miércoles, 4 de mayo de 2011

Odei

Conocí a una mujer que jugó, apostó y perdió todo por amor. Hace quince años el firmamento entero cayó de golpe sobre sus hombros, y lo que hubiera roto en mil pedazos a un titán no acabó con Lessi, a quien hoy he visto en la bahía.

En un soplo del destino su vida pasó de tecnicolor a blanco y negro, de rica a pobre, de esposa a viuda, de propietaria a inquilina, de la abundancia a la escasez... Perdió la pequeña empresa familiar y la villa en la que vivía y se encontró con unas deudas cuya existencia desconocía. De la noche a la mañana descubrió que su marido -su gran amor- le había sido infiel, había contraído el sida, y arriesgado todos los bienes familiares en ocio y rock and roll. Digerir este cóctel hubiera enloquecido a cualquiera, no a Lessi, una mujer-roble en mitad de la nada.

He seguido sus avatares en la distancia a lo largo de los años, y esta tarde nos hemos cruzado en la bahía: cuál ha sido mi contento al verle más joven y guapa que hace quince años y en la dulce compañía de su nieto Odei, un niño-milagro por el que Lessi se ha dejado la piel.

La cuestión es que esta mujer valerosa que jugó, apostó, y perdió todo por amor ha conseguido sobreponerse y sacar adelante en solitario a su pequeño nieto. Hoy, viendo al niño, al tocar su rizado pelo, al comparar su altura con la mía, y al reírnos, he podido comprobar que esa criatura lleva incorporados los desvelos, las atenciones y renuncias de esta mujer-roble: todo está presente para quien quiera verlo entre los lunares de una sonrisa de seis años.

Con frecuencia la realidad supera los sueños si abrimos los ojos a la magia del universo contenida en una mujer sabia, en un niño inocente, al atardecer en la bahía.

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