martes, 20 de noviembre de 2012

La forma del agua

Tan cerca... y, sin embargo, es ahora cuando me he enamorado de él. Lleva años -acaso décadas- esperándome y yo ajena a sus encantos. Por fin nos hemos encontrado y a pesar de que resulta maniático en sus rarezas y frívolo en sus cambios ¡me gusta tanto!

Hemos pasado la tarde juntos,  diríase que en silencio si no fuera por el persistente ronroneo de los amantes: ese gutural armónico que el escritor siciliano Andrea Camilleri compara con el sonido de las palomas cuando se cortejan ante el Pórtico de la Gloria (Santiago de Compostela).


De repente veo amenazada mi independencia porque si paso un solo día sin su abrazo ¡siento que enfermo!, me me falta el aire, y palidecen los encantos de la bahía.  

Lejos de inquietarme por mi indomable anhelo de libertad, estoy tranquila, y acaso por primera vez en mi vida me someto a una emoción que es más fuerte que yo en su fórmula precisa de fascinación y misterio.


Esta tarde la virulencia de su mal humor ha llegado a herirme (un poco) aunque no lo suficiente para abandonar su compañía. Al filo de las cinco me ha dado por pensar que el sulfúrico de su espuma semejaba una cerveza mal servida en un bar de carretera. Avergonzado por su escaso autocontrol emocional se ha puesto (una y otra vez) a lamer mis tobillos hasta derretir mis resistencias y, en un descuido, ha salpicado mi vestido Osho de algodón rojo. Después -sin venir a cuento- se ha enfurruñado de nuevo y ha comenzado a lanzar piedras e improperios que mi estado de enamoramiento y embriaguez ha soportado con estoicidad, un rato. Más tarde, he enfilado en solitario el sendero que conduce a casa, pero antes me ha secado los pies con la diminuta toalla que siempre llevo en el bolso. A última hora me he tomado un cortado en la degustación del barrio donde -últimamente- regalan un lacito de hojaldre crujiente y azucarado.

Mi amante y yo volveremos a encontrarnos mañana en un lugar que siendo semejante nunca es el mismo. Nos conectamos y desconectamos al ritmo de los vientos y las mareas porque él es el mar y yo... ¿yo? me he rendido a sus encantos.


La forma del agua, novela escrita por Andrea Camilleri, en 1994, primera de una saga policíaca.

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