¡Por fin! he encontrado un periódico español en la ciudad francesa donde el límite horario para sentarte en una terraza y tomar un café son las 12.00 de la mañana. A partir de esa hora sólo puedes ocupar una mesa para comer ??!! Acostumbrada a no aceptar un "no" por respuesta en la primera, segunda, ni tercera ronda, sigo buscando un lugar en el que disfrutar de las páginas sepias de El País y de su crucigrama que últimamente logro completar.
Caminando alcanzo el Garoña, gigantesco río que narra la historia del Midi-Pyrénées y fertiliza sus tierras: baja con mucha fuerza y -como ha llovido- está revuelto. Al no hallar una cafetería comienzo a inquietarme cuando ¡de repente! descubro una exposición al aire libre de fotografías de extrema calidad (a las que mi cámara no hace honor) que forman parte de la muestra Guerra y Paz del periodista gráfico Massoud, reportero habitual en tierras de Burundi, Pakistan y Afganistan.
Massoud cuenta que este niño afgano -que no sabe de nuestros brotes verdes- hará un árbol de la plantita que sujeta en su mano derecha. Su mirada desafiante y la terca mandíbula no dejan lugar a dudas sobre la determinación de transformar la diminuta chispa de vida en algo fértil.
En la imagen -tomada en 1983- aparece un anciano instalado en mitad de la nada cerca de la frontera de Pakistán tras haberse visto obligado a abandonar sus queridas montañas, su casa, y propiedades. En un campamento levantado a unos metros, su numerosa familia se afana por sobrevivir mientras él repasa -una y otra vez- los párrafos del Corán que viene estudiando los último setenta años.
Por fin encuentro un café en una zona poco céntrica: pido un sólo con una jarrita de agua caliente que me permite paladear más tiempo el brebaje. Leo a Ramón Muñoz, especializado en economía, periodista de El País, y autor de un libro que saldrá mañana (martes 13) a la venta titulado: España, destino Tercer Mundo (Ediciones Deusto) en el que pinta un panorama económico muy feo, bien documentado, y coherente con la realidad que estamos viviendo en España. Dice que nuestros hijos no viajarán sino emigrarán, y que vivirán no sólo peor que nosotros sino como sus abuelos: supervivencia en estado puro.
De vuelta a casa saludo al anciano de la fotografía: aunque ha pasado una hora y no llueve, permanece con el turbante y no ha levantado la vista de el Corán. Acaso sea la razón por la que la muestra fotográfica de Massoud lleva por título Reza.
Nuestros hijos... sobrevivir... ¡qué duro-dramático y cercano suena!
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