domingo, 13 de enero de 2013

Airbag para el Desánimo


Esta semana he conocido la furgoneta de Carmen: amplia, resistente, e icono de recuerdos de un tiempo que se fue para no volver. En el corto trayecto que compartimos, me preguntó si yo siempre estaba feliz, a lo que tras una sonora carcajada le contesté que ¡no! Aunque nos conocemos hace tres años, nunca hemos profundizado en nuestras biografías, si bien algo sabemos la una de la otra. Cuando me bajé de la volkswagen granate me quedé rumiando la pregunta re-formulada de otro modo: 

¿Qué le hace pensar a esta mujer sabia 
que yo siempre soy feliz?


No es sólo ella la que me lanza esta pregunta, sino bastantes personas con las que trato en mi vida cotidiana y en mi trabajo: Alex -el camarero que hace el mejor capuchino de San Sebastián-, Iratxe (la secretaria del despacho de Bilbao), Amaia, Josu o Álvaro, recién llegado de México D.F. donde trabaja para Idom.


Siendo cierto que atesoro cierta satisfacción en el vivir, y que (pase lo que pase) he decidido ser feliz como una lombriz, tengo mis hormonas, mis achaques y hasta mis fracasos ¡vive Dios! como cualquiera, por no hablar de mis infinitas meteduras de pata por ausencia de diplomacia.

La cuestión es parecida a la cara que se te queda tras un resfriado: ojeras, nariz escocida, pelo sucio, ojos pitarrosos, palidez marmólea... ¿Acudes a tu trabajo con semejante aspecto? No. Lavas tu cabello, aplicas el corrector de ojeras, el maquillaje, el colorete, el pintalabios, te pones unas gotas de perfume, te vistes con algo favorecedor y ¡voila! sales a la calle con buen aspecto a pesar de tus hormonas, tus achaques y tus fracasos. Supongo que algo semejante ocurre con la felicidad: muchos días mi humor está sereno y afable, y otros hago el esfuerzo de poner en orden mi ánimo movilizando algunos recursos a los que llamo mi particular airbag (tras perfeccionarlo durante años parece que funcionan porque Carmen piensa que  siempre estoy feliz). Los airbags ante el desánimo son personales e intransferibles y lo que a mí me funciona quizá no le sirva a otro

Comparto con ustedes algunos de mis secretos: unos gramos de saludable cordura = dormir ocho horas, comer sano y hacer deporte cuatro veces a la semana, si es al aire libre mejor. La decisión de ser feliz en la convicción de que merece la pena por uno mismo y por los demás, y el deseo de no convertirme en una carga anímica para nadie.

Este fin de semana he repasado algunos artículos que aluden a la felicidad desde el ángulo científico, los referencio por si alguien quiere profundizar en ello: Mihaly Csikszentmihalyi, Martin Seligman, Daniel Kahneman en la revista Science, Lyubomirsky en Review of General Psychology, y al revista de estudios sobre la felicidad que recopila información para la Universidad Erasmo de Rotterdam, Holanda. Extraigo algunas conclusiones:

1º.-  La sensación de optimismo-bienestar es genética en un 50%. 2º.-  El altruismo aporta mayor felicidad que el hedonismo (búsqueda permanente del placer). 3º.-  Cubiertas las necesidades mínimas, riqueza y felicidad se desacoplan. 4º.-  Ofrece más felicidad dormir más cada día que comprarse un coche nuevo.

-Ahora sé por qué no me animo a comprar un coche nuevo, ni siquiera una antigua furgoneta volkswagen: he conseguido que mi agenda me permita dormir ocho horas con la intensidad de un peluche-. Supongo que eso también mejora mi cara. Je, Je.

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