De vez en cuando reservo una mañana (o una tarde) para producir "de otro modo", digamos que sin clientes. Hoy -que trabajo ininterrumpidamente con directivos de 15.00 a 21.00 horas- me he tomado la mañana para mí y he descubierto algunas cosas. Por ejemplo, ¿saben cuántas varillas tiene un paraguas Jani Markel? Exactamente todas las que el vendaval costero ha descabalgado en mi paraguas en menos de doscientos metros mientras trataba inútilmente de aproximarme a mi destino. Dieciséis varillas que -fuera de su soporte de tela- no sirven para nada. He tenido que movilizar toda mi fuerza y coraje para alcanzar un lugar seco y seguro tras los doscientos metros de lucha fatricida contra el viento y la lluvia que cala hasta la goma de lo más íntimo.
Cuando dispongo de libertad de agenda siempre acabo -o empiezo- en la cafetería más tranquila y lujosa de la ciudad en la que esté. Es una costumbre tan antigua que no recuerdo su origen, y hoy me he dado cuenta de que estudiar rodeada de personas y cucharillas es un hábito desde que realicé mi carrera universitaria a salto de mata entre cafeterías donde robaba tiempo al tiempo porque ya trabajaba a jornada completa. Sobre la mesa de casi cualquier lugar de la tierra monto un despacho conceptual como los beduinos instalan la jaima en un corner del desierto. Mi abstracción es tal que puedo aprender la conjugación de los verbos irregulares en inglés, los siete hábitos de las personas altamente eficaces, o los trucos para la atención plena de Chande-Meng Tan, ingeniero de google ya referenciado en otro post.
El caso es que lo que bien empieza bien acaba y hoy -tras el desayuno doméstico- he dedicado media hora a deambular por la casa, conectar con las plantas, regar algunas y retirar hojas secas de otras, mientras escuchaba una sonata para flauta de Juan Sebastián Bach en un cd que estaba en casa desde hace más de cinco años y jamás había disfrutado hasta hoy. Más tarde, camino del vendaval que ha desplumado mi paraguas, me he encontrado varias monedas en el suelo: unas más diminutas que otras. Yo las he recogido todas por si el buen dios castiga a quienes desprecian lo humilde ;-D
Al filo de las doce del mediodía he pasado por mi tienda favorita de dietética donde ¡por fin! me he hecho con un kit de especias que estimulan la vitalidad: orégano, mejorana, romero, tomillo, jengibre, menta y comino. Después he trasteado por las estanterías y ¡voilá! ahí estaba -esperándome- la mágica stevia, edulcorante natural que tiene cero calorías, cero grasas, cero conservantes, cero colorantes, poquísimo sodio y algún que otro hidrato de carbono. Por si fuera poco no hace caries y es apto para celíacos y diabéticos.
Hay jornadas (o mitades) que son como la stevia: todo ventajas, cero inconvenientes. Les dejo ahora: comienza la etapa productiva de alta intensidad, con Iker, una preciosidad de directivo y de persona. Prepararemos una jornada participativa en su organización para decidir -entre toda la plantilla- qué nuevas vías de financiación pondremos en marcha en su empresa en primavera. ¡Allaaa vamoooooos!
1 comentario:
Te sigo por razones de grandeza profesional, pero también por esa frescura de cada post. :-)
Me encanta.
Jesus
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