viernes, 24 de mayo de 2013

Se trata sólo ¡de una moneda!


Con robótica velocidad me dirigía a mi trabajo tras mi sesión matinal de gimnasia. Llevaba puesta una buena dósis de endorfinas y unas cien mil pantallas abiertas en el ordenador de mi mente, como un barco lanza-misiles dispuesto a torpedear el mundo digital. 



A cien metros del despacho he palpado las llaves del portal en el bolsillo de mi abrigo al mismo tiempo que el rabillo del ojo derecho detectaba a un hombre golpeado por la vida: un vagabundo, que bien pudiera ser de mi edad. 

A continuación, y al límite de lo perceptible, he escuchado: "... se trata sólo de una moneda...". En nano segundos mi mente ha frenado su velocidad robótica; de golpe han caído las cien mil pantallas abiertas en el ordenador de mi mente; le he mirado, he abierto el bolso, y le he dado un poco de dinero. Me ha dicho que vive en la calle. Que pasa mucho frío. No le he mirado dos veces temiendo encariñarme con su dolor.


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