viernes, 3 de mayo de 2013

Storytelling


Acaso sea cierto que "la vida son conversaciones". Todo en mi existencia parece abocado a alimentar el círculo de la comunicación en todas sus vertientes, pliegues, complejidades, simplicidad, misterios y espejismos. 

"Las empresas son conversaciones", escuché por primera vez en Adegi, donde trabajo un día a la semana como consultora artesana e independiente con gerentes, empresarios, profesionales del cemento, la informática, el acero, los ascensores... Mi mente registró la frase como germinal e inspiradora. De eso hace ya algunos años. Para entonces ya había participado en miles de conversaciones como periodista y como entrenadora empresarial. Aún así, la frase dejó en mí una huella neuronal a la que vuelto en numerosas ocasiones. Mi concepto de comunicación crece y se expande ¡hasta el infinito! Hoy puedo abrazar la idea de que la vida y los negocios son conversaciones.

En la tarde de ayer una empresaria bonsái y yo preparamos una conversación cién por cién de negocios que ella mantendría con un cliente estratégico unas horas después. Entrenamos a brazo partido y tuvimos que prescindir de la comida del mediodía porque ninguna de las dos teníamos margen de agenda. Mereció la pena. A las 6.30 de esta  mañana he recibido un correo electrónico que anuncia el cierre de un "apetitoso acuerdo comercial" que le reportará algunos miles de euros anuales.

Esta mañana, antes de viajar a la cuidad desde la que escribo, un mando intermedio y yo hemos preparado la conversación que mantendrá a última hora de la tarde con su director. Hemos establecido las "condiciones de contorno", los negociables, no negociables, la actitud más inteligente, lo que no permitirá que ocurra, la duración de la conversación y los posibles planes alternativos, si las cosas se tuercen. No se torcerán por lo que a la puesta en escena de mi clienta se refiere ya que lo lleva hiper-preparado.

Por último, hace un rato he mantenido una conversación desafiante con el propietario de una pyme. Dos horas intensas en las que ambos hemos fondeado en las entrañas de su negocio. Trabajamos juntos desde hace cinco años. La curva de crecimiento de su empresa es de un vertical tipo Himalaya. Los riesgos -vengo diciéndole desde 2011- son igualmente escarpados. Pelea, justifica, huye y se remueve en el asiento de la terminal de aeropuerto donde nos hemos visto hoy dada la complejidad de la programación de su outlook. Finalmente escucha... un poco. Y así vamos avanzando conversación a conversación. En la despedida, justo antes del embarque, me ha dicho que lo que su empresa necesita ahora son huskies ¿cómo? huskies: profesionales con fuerza, bien entrenados, acompasados en el ritmo productivo, con la mirada puesta en el objetivo, incansables... ¿Huskies? he repetido alzando interrogativamente las cejas mientras se alejaba. Sí -ha contestado rotundo- la situación económica actual es puro hielo: dura, fría y resbaladiza. 


Le veré dentro de dos semanas -cuando vuelva de Montreal- y mantendremos una conversación indagativa-apreciativa. Para entonces espero que entre aviones haya leído The Talking Manager, de Álvaro González Alorda y Storytelling de Antonio Núñez.


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