lunes, 15 de julio de 2013

¡Alcanzarte! Allá donde estés


El cuerpo anti-incendios de la Armada francesa sobrevuela la autopista semejando el zumbido de un enjambre de moscas en busca de un panal de rica mil. El mercurio supera los treinta grados centígrados y los resecos campos están llenos de fajos redondos de paja que -cuando eras niña- llamábamos "fichas" como metáfora de las piezas de colores del parchís.

Cualquier colilla o cristalito puede provocar una catástrofe medio-ambiental, así que ahí están los helicópteros militares oteando precavidamente el horizonte y el techo azul marino de nuestro coche.

Devoramos kilómetros a la velocidad de respuesta del viejo automóvil. En una parada de descanso salimos a estirar las piernas, revuelvo el bolso en busca de albaricoques, y lo que emerge es El paraíso y los gatos, una preciosidad de libro de apenas cincuenta páginas con CD e ilustraciones del autor, Bernardo Atxaga. El volumen ha caído espatarrado sobre el asfalto que arde, y antes de cerrarlo leo dos líneas en las que un personaje exclama:  ¡Qué desastre, la ballena se ha tragado a Pinocho! Cierro el libro y el capot. El viaje continúa.  


En el último año y medio he transitado este camino una vez cada seis semanas lo que hace un total de doce viajes. Y aunque aún no le veo la gracia, tengo claro el sentido de mis desplazamientos: tú.

Pasamos junto a una red de alta tensión en la que -sobre un poste especialmente grueso- hay un nido de cigüeña cuyas crías han alzado el vuelo. La cigüeña-madre padece el "síndrome del nido vacío". Le saludo con la mano. No tiene que explicarme: conozco el amargo sabor de la nostalgia. Sigo la imagen del ave en el retrovisor hasta que se hace tan pequeña como una mota de polvo. Revuelvo la mochila donde la tableta de chocolate tiene la textura de un chicle: pronto se volverá líquida. La aparto en una bolsa de plástico. Por fin encuentro la cámara de fotos donde visualizo la última toma de esta misma mañana junto a la Place du Capitole, en la trasera del ayuntamiento de tu ciudad. Copio y pego la imagen en el post. Ésta y no otra es la razón de mis viajes: estirar los brazos hasta alcanzarte ¡allá donde estés!

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