Mientras el sol caía en la bahía, mi mentor franciscano y yo nos refugiamos en el aire acondicionado del Restaurante Narru (San Sebastián). Dos horas con el sabio y cuatro folios de notas sobre sus múltiples experiencias internacionales con grupos de innovación social en Sudáfrica, Roma, Alemania... o -en nuestro entorno cercano- en la Fundación Novia Salcedo, Innobasque o la Universidad del País Vasco. Noticias recientes de lo que se "cuece" a nivel planetario en los ámbitos académicos, empresariales y sociales. El sabio supera los setenta años pero su actividad deja pasmado a cualquiera: publica, lidera, lee, enseña, aprende, comparte, habla, escucha y ¡hasta celebra misa los domingos a las 10 de la mañana!
No le cito porque no quiere, siente pudor y le abruma el reconocimiento que merece: inequívocos síntomas de que es un sabio. Nuestras conversaciones se producen en entornos informales pero él es catedrático y lleva el rigor intelectual adherido incluso a las sandalias que compró hace un mes en Johannesburgo. Así que le plateo casos, compartimos lecturas, inquietudes y de vez en cuando -con la templanza que le caracteriza- me propone algo como si cayera del mismísimo cielo.
Ayer me sugirió que estudiase la carrera de Filosofía porque dice que responde totalmente a mi pulsión reflexiva y a la permanente búsqueda de respuestas para mi y para otros. Tome nota mientras calibraba (y bufaba) el esfuerzo que representará volver a realizar una carrera ¡otra vez en paralelo al ejercicio profesional! Después me tiro de las orejas con suavidad: sugirió que templase la vehemencia con la que impulso los cambios en las organizaciones toda vez que el ritmo de la historia se impone una y otra vez. Y me recomendó paciencia ya que por intenso que sea el deseo de aportar / cambiar las empresas... ¡Apenas somos un grano de arena! (En la imagen un grano de arena japones al microscopio).
Al despedirnos nos dimos un abrazo pudoroso y cuando ya se alejaba me dijo: Azucena, recuerda el trabajo con las personas se sustenta en el amor. El amor ¡eso es todo!
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