domingo, 2 de febrero de 2020

Ser directivo... ¿cuestión de colmillo?



Retrocedemos. Llevo veinte años al frente de mi propio negocio como profesional que acompaña el cambio. He trabajado en más de cuatrocientas empresas de casi todos los sectores y en la última década observo un preocupante retroceso en los comportamientos que operan en las organizaciones. 

Si bien es cierto que aún se oyen ecos humanistas cuya banderola fue la inteligencia emocional y su amable discurso, la erosión en resultados tensa el día a día de las compañías donde emerge el miedo derivado de la globalización, los pools de poder que regulan los mercados, la competitividad asiática y los inversores que cosechan negocio sin haberlo sembrado -entre otros factores cambiantes y complejos-.

Siendo ciertas las bondades de la responsabilidad social corporativa, las medidas de conciliación, la gestión por valores, la retención del talento y la cultura de "las personas primero", todo se queda en papel mojado (y desaparece de la sala de juntas) tan pronto se ven amenazados los beneficios.




En época de bonanza los mamíferos nos comportamos como animales en el zoo: mansos, tranquilos, casi amables (al tener asegurada la comida y el apareamiento, instintos básicos que aseguran la supervivencia de la especie). Pero cuando los resultados se ven comprometidos entramos en la selva donde se imponen las leyes del más fuerte, rápido, astuto, estratega, agresivo o amoral.

A finales del pasado mes de enero de 2019 tuvo lugar en Kazajistán una cacería donde perros domesticados (acostumbrados a chuleta) fueron despiezados por lobos (habituados a morir o matar en el pulso cotidiano por la supervivencia). Aunque los animales provienen de la misma raza y los zoólogos apenas detectan diferencias en el tamaño del cráneo o la forma de las orejas, décadas de hábitat diferente han transformado a unos en dulces animales de compañía y a otros en salvajes cazadores: juego desigual y metáfora cruel de lo que acontece en nuestro mundo.

Hace un mes participé (como observadora) en una conversación en la que varios directivos apostaban por diferentes profesionales para un puesto relevante. En todos los casos se trataba de cualificados expertos comprometidos con la compañía, bien formados y al frente de rentables proyectos internacionales.

La conversación se prolongó durante veinte minutos al término de los cuales el más veterano zanjó el debate apostando con determinación por uno de los profesionales ¿el argumento diferencial? según dijo el elegido tenía "más colmillo"... y el resto estuvo de acuerdo con la apreciación.


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