miércoles, 12 de agosto de 2009

Impotencia ¿o no?

Pedir permiso a un pie para mover el otro. Pararse a descansar cada doscientos metros. Solicitar una silla en todas las tiendas a las que acudes. Ir al baño en todos los bares donde tomas café. Ponerte las gafas hasta para ver el precio de la fruta. Ser cogida del brazo al subir al autobús. Cogida del brazo al bajar del autobús. Pedir asiento en el autobús. Rogar que te repitan dos veces el precio del tícket. Creo que a esto se le llama envejecer y resulta lastimoso cuando es uno de los tuyos. Impotencia... ¿o no?

Es ley de vida (lo sé) y -además- hay que agradecer poder contarlo. Sin embargo, hay que tirar fuerte del recuerdo para conectar con la persona que fue, lo que hizo, cantó, cosió, cocinó, sonrió... Hay que tirar fuerte del álbum familiar para recordarla en su esplendor de belleza e inteligencia. No es que ahora le falten, que no cante, que no ría... Lo hace, pidiendo permiso a un pie para mover el otro. Parándose a descansar cada doscientos metros. Solicitando una silla en cada tienda. Yendo al baño en cada cafetería. Utilizando las gafas hasta con los cosméticos. Dejándose ayudar al subir, al bajar del autobús. Solicitando que le repitan el precio del tícket. Mi madre.


Está unos días en casa de visita. Es bonito tenerla cerca porque es muy alegre y su imaginación positiva recrea la vida aún en las más abyectas circunstancias. Huele bien (siempre huele muy bien) y es coqueta casi hasta la cursilería. No maneja internet así que no leerá sobre mi desconcierto al verla tan frágil, acercándose al precipicio de la dependencia que le ronda. No quiere oír hablar de salir de su casa. No quiere oír hablar de vivir con nadie que no sean sus recuerdos, sus manías. Lo entiendo. Acaso yo misma sentiría igual y, sin embargo, en su estado roza la irresponsabilidad dejarla a la deriva de sus dolores, de sus arrestos, de su fantasía de que volverán los días de vino y de rosas.


Es lastimoso. No diré triste. No diré doloroso... Lastimoso está bien. Veré qué puedo hacer hoy por ella: aún está en mi casa... unas horas... Es media tarde, se despierta de la siesta: me voy a hacer un café humeante de Brasil.

1 comentario:

Socrates dijo...

Y sí...ha de ser lastimoso. Estoy contigo.

En mi opinión, es curioso ver lo "bien" que nos "han" programado para ser capaces de ser mucho más conscientes de las cosas negativas que de las positivas (no lo digo por ti, Azucena, es un opinión hacia la mayoría de la población).

Impotencia - para mí - sería querer hablar con ella y no poder. Querer escuchar su risa y no escucharla. Querer olerla y en su lugar oler el vacío.

Un regalo, eso es lo que - pienso - tienes en casa.

Y siempre huele bien ;)