jueves, 20 de agosto de 2009

Muelle

¿Por dónde empezar a compartir? Imágenes caleidoscópicas del puzzle de la vida: la cara de muñeca de una niña de tres años sentada junto a mí en el taburete de la degustación de mi barrio, un lunes cualquiera a las once de la mañana. Lleva sandalias de un amarillo intenso y juega a decir -¡Hola!- mientras voltea la cabeza hacia el otro lado... Entonces yo juego a contestarle con la voz propia de un peluche(*) -¡Hola!- desde la zona oculta a su visión. Cuando se da la vuelta yo me pongo seria y de digo con mi voz adulta -¿A quién saludas?- así varias veces... y nos reímos con una cómplidad dulce como el bollito que está comiendo.
(*) Como todo el mundo sabe, los peluches hablan aflautado, con voz infantil.

Ella juega a que no sabe que soy yo la que contesto. Yo juego a que ella no lo sabe... y volvemos a reírnos. Tiene unos mofletes sonrosados, un vestido corto de cuadros por el que asoman los rollitos de sus muslos... ¡Hola! -dice- ¡Hola! -contesto con voz de peluche-. Y volvemos a reírnos hasta que llega mi cortado largo de café y me siento en mi mesa con el libro, las gafas y la sensación de haber vivido unos instantes mágicos. Son las once de la mañana, en la degustación de mi barrio. Siento la extraña emoción de estar viva y pienso... ¡Anda flojo mi muelle emocional! Acaso me estoy volviendo de cristal no sólo por mi transparencia ante los caballeros (no existo, textualmente) sino por mi ¿sensibilidad?

Al mediodía llego a casa y suena música clásica de violín: ahí está la sirena, haciendo escalas de lo que denomina "la biblia" (la técnica) de David Zafer, profesor canadiense con el que ha pasado unos días en unas master classes. Siento alegre arpegio al traspasar el felpudo: ella ha vuelto, por unos días... ¡Anda flojo mi muelle emocional! Me siento cristalina.


Durante la comida disfrutamos de unas verduras cocinadas al vapor en una cestita oriental de bambú que ella ha traído de un mercado de Rotterdam. Deliciosas: sin sal, sin aceite, al dente. Puro goce para los sentidos. Elogio su manera de cocinar: exótica, internacional, ecléctica, variada. A veces... un poco excesiva cuando incluye semillas negras de amapola sobre una deliciosa ensalada mixta.

Llego al despacho por la tarde y contemplo la selva de mi bosque particular. La camelia ha echado una flor roja, potente, increíble: la contemplo un rato antes de empezar mi jornada de tarde. ¿Cómo puede contener tanta belleza en medio de un patio urbano? Muelle emocional ¡flojeando!


Por la noche me dejo arrastrar hasta el cine donde proyectan UP, un film de dibujos animados estupendos en su guión y trazado. Me inflo a llorar en las escenas dramáticas -sí, los dibujos animados también sienten y padecen-. Más cristal de swarovski, más muelle soft. ¡Guagg! ¡Ah! creo que he olvidado decirles algo: tengo fiebre, estoy un poco malita. A lo mejor eso explica todo, o algo, o nada. Décimas. No se preocupen, es la garganta: me pilló una tormenta de verano sobre la bicicleta. Puzzle de vida. Quizá esto es lo que algunos llaman... vulnerabilidad. Y no tengo claro que me guste ?? !!

3 comentarios:

Socrates dijo...

A modo de comentario rápido - no puedo extenderme ahora - solo diré que opino que es precisamente esa capacidad emocional, ese sentir de diversas y distintas emociones las que otorgan a la vida un sentido singular.

Ojalá más gente, mucha más gente, tuviera "flojo" su muelle para poder emocionarse con detalles ínfimos, imperceptibles casi para el que no es capaz de "ver" a su alrededor.

p.d. genial UP, me encantó

Ana Belén dijo...

Me gusta leerte, haces que sienta ternura y disfruto con ello. Gracias.

Azucena Vega Amuchástegui dijo...

Gracias, Malena, estés donde estés.Un abrazo enorme, desde la lluviosa bahía.