Hay una oleada de robos. Deseo que mi mensaje incendiario se extienda por el mundo como una alerta urgente. Oleada de robos en todas partes, en cualquier lugar, país, clase social, entorno y actividad. Nada que ver con la crisis económica. Nada que ver con los inmigrantes que pierden sus empleos en la construcción. Hablo de otra cosa y hoy -fíjense- quisiera que prestasen atención. Me parece importante.
Hay una oleada de robos de sueños. Ayer impartí en mi despacho un taller para el aprendizaje del diseño de objetivos. Comencé tratando de hacer conectar a los participantes con un sueño personal y se repitió algo que aún no siendo nuevo para mí sigue resultandome doloroso: algunos de los alumnos confesaron no tener sueños. No me refiero a recordar los pasajes nocturnos de nuestra mente (inconsciente) sino a esos anhelos persistentes e inspiradores llamados sueños conscientes. Hasta tres veces, como en la fábula bíblica de Judas, pregunté a la misma persona: ¿Cuál es tu sueño? Y la persona, en este caso un hombre de mediana edad, bien formado intelectualmente, con una familia, una casa, control de varios idiomas y algunos amigos fieles repitió las tres veces: No lo sé, Azucena, no tengo un sueño. Me entristecí. Me entristecí mucho y sin decirlo me negué a aceptar la rotundidad de su respuesta, el vacío-desolación que evidenciaba.
Aunque carezco de base científica, estoy persuadida de que nacemos con uno o más sueños cosidos al forro de nuestra alma. Dando esta hipótesis por válida, si nacemos con uno o más sueños y en la treintena, cuarentena, cincuentena... ya no los tenemos parece obvio que:
Los hemos perdido
Los hemos regalado
Los hemos pospuesto o...
¡Nos los han robado!
Los hemos regalado
Los hemos pospuesto o...
¡Nos los han robado!
Desde mi trabajo cotidiano con personas me inclino a pensar en la oleada de robos de sueños. Alguien está haciendo acopio de sueños ajenos para especular con ellos, para venderlos, para exportarlos, para traficar en el mercado negro de las ideas, para explotarlos, para denigrarlos o para fastidiar. Lo peor de todo sería que el robo no sirviese de nada salvo para fastidiar al propietario. ¡Qué sin sentido!
Yo defiendo mis sueños como si en ello me fuera la vida porque acaso sea eso exactamente lo que ocurre: que en cuanto te roban tu sueño dejas de vivir en plenitud, eres menos tú, pierde tono el arco iris y se desvanece el sentido de cada amanecer. No es algo banal, créanme. Las personas que carecen de sueños se consumen mansa y silenciosamente como una vela hasta que se apagan en forma de depresión, de ansiedad, de tristeza crónica, de apatía... o -en el mejor de los casos- viven muy por debajo de su máximo potencial, de la mejor versión de sí mismas. No es algo a lo que se pueda/deba renunciar sin luchar. No seré yo quien regale, pierda, olvide o posponga eternamente mis sueños. La vida está hecha de tiempo (es todo lo que tenemos) y acaso estemos aquí para aportar nuestra especial-única-genuina-divertida-próspera- nota musical a la orquesta planetaria. Así de hermoso. Así de trascendente lo vivo.
Quedan avisados: hay una oleada de robos de sueños. A usted le corresponde decidir qué hará con el suyo recordando que sueño acaso sea sinónimo de Vida (con mayúscula) y de felicidad posible. Me encantará conocer su particular método anti-robo.
3 comentarios:
Yo particularmente creo que los sueños son la sal de la vida. Si no sueñas con nada no tienes metas a las que llegar y entonces te sientes perdido en la carrera del día a día y entonces para que correr...
Pienso, al igual que Azucena, que todos nacemos con nuestra "cajita de sueños".
Tengo una compañera de trabajo que , hace ya algunos años, debió regalarle su "cajita de sueños" a sus jefes. Estoy convencido de que cualquier de vosotr@s, con solo verle la cara a esta señora, lo veríais tan claro como yo. Y es que, sin sueños, su vida - hablando con ella ya es clamoroso - se ha vuelto puro y llano conformismo, apatía, negatividad, pena y "noseteocurrasoñarnadaqueargumentaréloqueseanecesarioparaquitartelailusión".
Particularmente, mi sistema antirrobo particular es una simple frase, variante de la orignal de un tal Edison:
"Los que aseguráis que es imposible no deberíais interrumpir a los que estamos intentándolo."
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