lunes, 2 de agosto de 2010

Paola

Escribo desde el autobús que me transporta de San Sebastián a Bilbao donde trabajo al menos un día a la semana, todo el año. Cien kilómetros de autopista sepultada entre montañas de un verde intenso, tanto, que este verano -debido a las lluvias- parece primavera. Voy sobre Orio: decenas de yates en el nuevo puerto deportivo y un azul mar precioso. Dos asientos delante del mío va una mujer que parece hawaiana: piel tan tostada que diríase cobriza y un pelo que, de largo, sobrepasa la cintura. En Zarautz traspasamos el peaje y la hawaiana se da la vuelta para dormir: parece cansada. Unos kilómetros más tarde la niebla lame los valles vascos, Urkiola se alza majestuosa, desafiante, casi soberbia en su belleza dura de roca-monte. Los pinos custodian la carretera todo el tiempo y me alegra comprobar que no están enfermos. Mi samsung y yo formamos un gran equipo de trabajo. Es pequeñito, blanco, ligero como una pluma y suave al tacto. Estas características me recuerdan a Paola a quien conocí ayer. Tiene la expresión de una muñeca, la dulzura de otro mundo y el silencio le acompaña, por ahora. No escatimaré detalles: Paola es un bebé de siete meses in, es decir, en el interior del útero de su madre, quien ayer tuvo el detalle de mostrarme unas ecografías perfectas en las que se aprecia con nitidez el rostro sereno de Paola y su manita izquierda con cinco dedos que -como saben- es lo primero que miramos todas las madres... que no "falte" nada en la arquitectura corporal. Tenemos el resto de la vida para asegurarnos de que no falte nada en la arquitectura existencial. Para quienes no se relacionen con embarazadas desde hace una o dos décadas me parece sensato compartir que las ecografías actuales no son aquella mancha negra y borrosa propia de ufólogos en expedición liderada por J.J. Benítez, sino algo muy parecido a una fotografía.

La historia de Paola es muy bonita: después de tres intentos fallidos de embarazo en quirófano, ¡zas! se presentó por sorpresa de manera natural ¡cómo debe ser! y ahí está en plan cassette que diría Mafalda-Quino (en el útero) a dos meses de conocernos en persona.

Entrando a Bilbao, por Sabino Arana, desconecto el pitufo-portátil y comienzo mi jornada. La hawaiana sale de estampida con una mochila más grande que ella. No sabe nada de Paola.

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