viernes, 27 de agosto de 2010

Endorfinas al curry

Shinoda Bolen afirma en Las diosas de cada mujer y en Las ancianas no se quejan que las mujeres tenemos "mente algodonosa" a partir de cierta edad. Christiane Northrup en el libro Cuerpo de Mujer, Sabiduría de Mujer -auténtica biblia femenina- se refiere también a un cerebro algo lento, disperso y poroso que alude al mismo concepto.

Por mi parte, lo mismo que no oculto mis canas, ni mi fecha de nacimiento (la pueden ver en el perfil de la página de inicio) acepto que mi mente sea diferente -cuando menos diferente- a aquella que portaba a los... ¿treinta años? La mente de ahora me sirve fielmente sin la tiranía de látigo de antaño y además tiene muchas más cajitas, yo diría estanterías enteras de nuevos libros, cursos y experiencias.

Saben que la neurociencia y sus gurús están de moda porque -a su manera- explican muchos de nuestros desvaríos. Integrada en la marabunta yo misma leo con frecuencia asuntos relacionados con las cadenas neuronales, péptidos, transmisores y los anclajes, cuestiones que manejo en mi trabajo cotidiano.

En realidad lo que hoy me lleva a compartir con ustedes no es nada de esto (que quizá sirva de contexto) sino el hecho de que desde hace unas semanas me rió por casi todo, relativizo hasta límites exasperantes para el resto de los mortales, soy feliz como una lombriz y por todo ello me siento más anómala de lo habitual. Me ha dado por pensar si será la "mente algodonosa" pero lo he desestimado ya que en el trabajo responde como un disciplinado ejército entrenado por el mismísimo Sun Tzu en persona. ¿Entonces? Mi hipótesis provisional es que tengo un empacho de endorfinas (las llamadas hormonas de la felicidad) a las que les ha dado por expandirse y dimensionarse de una manera anárquica e inquietante. Me explicaré, es algo parecido al efecto de las drogas ya saben: euforia, risa, ingenio, afilada ironía, cercanía emocional y desinhibición... Bueno, pues algo así es lo que me ocurre desde que pongo el pie en la alfombra de mi cuarto, al despertar. Allí está la sobredosis de endorfinas. Otra hipótesis es que mi cabeza se haya pasado vuelta y media. Supongo que si no escribo en unos días, o si no saben más de mí tendremos que quedarnos con la segunda hipótesis...

El caso es que si se produce una sobredosis de endorfinas de manera natural pudiera ser interesante investigar qué ha podido producirla ya que es bastante divertido... Les contaré lo que descubra ¿Apetece?

3 comentarios:

Maite Bazán dijo...

Qué ilusión alguien cargado de una sobredosis de endorfinas naturales¡¡¡¡ Las razones podrían ser varias y numerosas; desde los paseos, la actividad bicicletera, el sol, el propio mar que hace que eliminemos los iones negativos. En fin, sin profundizar, puesto que no soy una crack en la materia, creo que el verano nos ayuda a muchos a generar estas endorfinas. La mejor receta un poquito de ejercicio y estar siempre alerta de las señales que recibimos, porque éstas estarán siempre cargadas de algún guiño positivo que nos arrancará una sonrisita en nuestras caras.

Iraide dijo...

jaja... eso es más o menos lo que le pasa a mi madre. Y en mi pobre e incomprendido padre, causa perplejo e impotencia (por decir lo menos...). ¿puede ser que la mujer madura es más templada - aún - más inteligente y sabe ver la vida "de otra manera"?...

Te leo a menudo y hoy no he podido evitar este comentario.

Gracias y saludos.

Nerea dijo...

Azucena da gusto leer este artículo, a mi hoy me han dejado hecha polvo pero te aseguro que leer tu artículo me ha hecho relativizar mis problemas hoy, y darme cuenta de que en realidad no son problemas...la vida es como un juego y es mejor ser feliz y asumir lo que hay con alegría verdad?. Problemas son lo que tienen en Pakistan...

Gracias