Estoy de paso en Hendaya (Francia). Esta vez no es por negocios sino por placer, siguiendo las precisas indicaciones de mi amiga Mª Eugenia, una mujer creativa, chispeante, buscadora permanente de "vitaminas para el alma"; un jilguero en su aparente fragilidad y una elástica funambulista a base de Pilates. Ella me habló de Jean Claude Cimeliére, el genio francés a quien he conocido esta tarde en Mendi Zolan, espacio cultural y artístico.
Antes de conocerle, he recorrido a pie doce kilómetros de costa en paralelo al mar, el club de surf, los campos de fútbol, el parking de roulottes y -de regreso al hotel- me ha sorprendido la lluvia torrencial ¡menos mal que llevaba uno de mis gudrum con capucha!
Anochece y -desde mi ventana- observo el mar, la gigantesca playa y las luces del otro lado: Fuenterrabia. Las farolas dejan sobre el agua una estela de nostalgia por el sol que languidece tras el horizonte. La zona del puerto está llena de gaviotas pateando la dársena donde encallan algunos botes.
Retrocedo mentalmente hasta las esculturas de Jean Claude, ingeniosa representación material de conceptos abstractos: preocupaciones (dinero), pulsiones (el amor), arte (la música), gastronomía (un gallo) y los rituales de celebración (una fiesta)... El fabuloso edificio que alberga la muestra está cerca del Casino y la Talasoterapia-Spa de Hendaya, aunque cuesta dar con la Mendi Zolan porque se esconde en un laberíntico patio entre manzanas. Si quieren hacerse una idea de los montajes inspiradores de este artista residente en Biarritz, vean la última incorporación al Picassa. Contemplando esta imagen, me da por pensar en los procesos neuronales de los que no somos conscientes aunque siempre están activos en nosotros. Esa idea me lleva a otra que me acompaña desde hace casi veinte años: el cómo y el por qué se producen los procesos creativos. Dice J.D Salinger -autor de El guardían entre el centeno- que el arte y la espiritualidad van siempre unidos. Salinger llegó a vender 60 millones de ejemplares de su primera novela sin que el éxito editorial le alejara un solo día de la doctrina budista, la práctica del vedanta y la meditación zen.
Antes de conocerle, he recorrido a pie doce kilómetros de costa en paralelo al mar, el club de surf, los campos de fútbol, el parking de roulottes y -de regreso al hotel- me ha sorprendido la lluvia torrencial ¡menos mal que llevaba uno de mis gudrum con capucha!
Anochece y -desde mi ventana- observo el mar, la gigantesca playa y las luces del otro lado: Fuenterrabia. Las farolas dejan sobre el agua una estela de nostalgia por el sol que languidece tras el horizonte. La zona del puerto está llena de gaviotas pateando la dársena donde encallan algunos botes.
Retrocedo mentalmente hasta las esculturas de Jean Claude, ingeniosa representación material de conceptos abstractos: preocupaciones (dinero), pulsiones (el amor), arte (la música), gastronomía (un gallo) y los rituales de celebración (una fiesta)... El fabuloso edificio que alberga la muestra está cerca del Casino y la Talasoterapia-Spa de Hendaya, aunque cuesta dar con la Mendi Zolan porque se esconde en un laberíntico patio entre manzanas. Si quieren hacerse una idea de los montajes inspiradores de este artista residente en Biarritz, vean la última incorporación al Picassa. Contemplando esta imagen, me da por pensar en los procesos neuronales de los que no somos conscientes aunque siempre están activos en nosotros. Esa idea me lleva a otra que me acompaña desde hace casi veinte años: el cómo y el por qué se producen los procesos creativos. Dice J.D Salinger -autor de El guardían entre el centeno- que el arte y la espiritualidad van siempre unidos. Salinger llegó a vender 60 millones de ejemplares de su primera novela sin que el éxito editorial le alejara un solo día de la doctrina budista, la práctica del vedanta y la meditación zen.
El discurso pedagógico de Jean Claude ha confirmado una vez más la inquietud -casi el tormento espiritual- en el que viven de manera permamente a los artistas reflexivos ¿comprometidos? y me anima a seguir buscando respuestas sobre la creatividad. Me meto en la mullida cama de mi habitación de hotel, cojo The Artist´s way de Julia Cameron -libro que he traído en mi maleta- y me sumerjo en su lectura. ¡¡Buenas noches!!
1 comentario:
Ejem ejem, enfado por haber pisado Hendaya y no haber avisado, pero por otra parte, contenta por saber que a pesar del ritmo cardiaco semanal al que somos sometidos (o nos sometemos a nosotros mismos) has podido disfrutar de un maravilloso paseo por la Bahia. Eso si, la parada en Talarma con los churros calentitos has hecho bien en dejarlos para la próxima jornada, donde espero podamos pasear nuestros pinrreles por las gelidas aguas del cantábrico.
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