El llamado presente expandido o presente holístico incluye un centramiento total en el aquí y el ahora, junto a una armónica integración del pasado y del futuro. Es algo que se vive de manera natural en Oriente, y que apenas intuimos en Occidente. ¡Lástima! porque presenta numerosas ventajas y ninguna contraindicación según Philip Zimbardo autor de La paradoja del tiempo, un libro que devoro estos días gracias al préstamo de Ignacio.
La hipótesis de partida del volumen -editado por Paidos Contextos- es que la percepción temporal que poseemos cada uno de nosotros condiciona nuestros comportamientos, decisiones y descartes y -por lo tanto- marca severamente el triunfo o fracaso de nuestra vida. Fuerte, casi brutal, en sus conclusiones hasta la página 143 donde por ahora descansa el marcador.
Las personas nos focalizamos en el pasado, el presente o el futuro... de manera excluyente entre las opciones. Un individuo centrado en el presente no renunciará al pastel de nata con capuchino (placer inmediato) por una silueta más bella (placer aplazado), como tampoco usará seda dental (pereza inmediata) en pro de una salud dental a medio-largo plazo (futuro), ni estudiará en un día soleado de playa (recompensa inmediata) por un aprobado en el acceso a la universidad (recompensa futura). Estas cuestiones se extrapolan a la carrera profesional, a las elecciones afectivas, y hasta a las drogodependencias (propias de hedonistas anclados en el más radical de los presentes).
El libro describe investigaciones realizadas por John Boyd y Philip Zimbardo durante más de treinta años y presenta numerosos experimentos interesantes, curiosos, y de extrema aplicabilidad a nuestra vida. Si bien queda mostrada la conveniencia de focalizarse en el futuro, como siempre hay excepciones... Ernesto (nombre ficticio) es un empresario fabuloso al que entreno en Adegi. En nuestra última sesión trabajamos algunas competencias de liderazgo y temas profesionales. En un momento se quedó callado durante treinta segundos, después me preguntó si podía compartir conmigo algo que le preocupaba. Le dije que ¡por supuesto, que adelante! y comentó que para él sería muy importante vivir el día a día con más alegría-humor. Me quedé un tanto sorprendida porque Ernesto es una persona afable, sonriente y cordial, muy lejos del arquetipo huraño del que quiere desembarazarse...
Nos pusimos a ello de inmediato y juntos descubrimos: que Ernesto está más inclinado al deber que al placer, que su educación tanto familiar como académica ha estado presidida por el sentido de la responsabilidad, y que -en general- toma las decisiones siempre calibrando las consecuencias futuras para él, su familia, o su empresa y plantilla. Observamos por lo tanto que está totalmente centrado en el futuro lo cual es estupendo porque le convierte en un empresario y padre de familia modélico, honesto y coherente. Sin embargo, este patrón de comportamiento llevado al extremo parece que está desequilibrando la capacidad innata de Ernesto de bromear y de hacer las cosas por puro placer (hedonismo).
Como ya he compartido en otras ocasiones, el liderazgo en la vida y en la empresa es cuestión de equilibrio, y en el caso de Ernesto su plan de acción pasa por escuchar a su niño interior, por dejaste llevar alguna vez por "lo que apetece" y por ser un poco osado, irreverente o juguetón. ¿Y la responsabilidad? Esa capacidad-habilidad siempre estará entre los valores fundamentales de Ernesto. Se llevó de tarea equilibrar futuro y presente, deber y placer, en dosis que él estime oportunas y convenientes. Aun con dudas, en su último Email me confiesa sentirse más ligero de equipaje, y con ganas de retomar la construcción de maquetas de barco, un hobby que le hacía muy feliz y abandonó porque alguien dijo una vez que resultaba una "pérdida de tiempo". Como escribió Macbeth: seamos conscientes viviendo de una manera significativa ya que nuestro tiempo en la tierra es limitado.
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