Hace una década escuche que "el cambio es lo único permanente". La idea me gustó, y la integré en mis sistema de creencias. Ahora bien, hace un par de años profundicé en el concepto y descubrí dos tipos de cambios: el adaptativo y el intencional. El primero es aquel que viene dado por las circunstancias: un cambio propulsado por una fuerza externa a uno mismo, exógena. Sin embargo, el cambio intencional esta motivado casi en su totalidad por razones internas, endógenas.
Quizá la diferencia consista en que en la adaptación no elijimos o -si lo hacemos- es casi por una cuestión de supervivencia (océanos rojos en términos de competencia); en tanto que en el intencional somos sujetos activos que avanzamos hacia la construcción de un nuevo horizonte (océanos azules en términos marketinianos).
Últimamente he incorporado dos nuevas categorías al cambio: el coyuntural y el estructural que -sin aburrirles- resumo. El cambio coyuntural sería aquel pegado a una intervención puntual (ir una sola vez a un poblado y regalarles cincuenta kilos de pescado). En tanto que el cambio estructural consistiría en una intervención que alcance el núcleo duro del problema permaneciendo largo tiempo en el sistema (ir una sola vez a un poblado y enseñarles a pescar). Como pueden intuir, adoro los cambios estructurales en la creencia de que de otro modo lo que hacemos es aplicar una tirita a la hemorragia de una planeta que agoniza.
Puesto que vinculo mi profesión de entrenadora de líderes y equipos de empresa al alineamiento con las fuerzas del cambio, las cuatro categorías que detallo en este post no resultan algo frívolo o baladí sino una cuestión ética que se repite en mi conciencia cada amanecer y me confronta con el interrogante de ¿qué clase de cambios facilito en las empresas?
Aunque permanezco en una organización un tiempo limitado por la "hoja de encargo" y después desaparezco de su "mapa" laboral, pocas veces consigo desvincularme de la trayectoria de las personas, sus productos, servicios o cuenta de resultados y -en este sentido- me resulta inaceptable trabajar sólo en cambios coyunturales o intervenciones que no estén pensadas para transformar algo de verdad. Releo algunos artículos de Bill Drayton, fundador de Ashoka y premio Príncipe de Asturias de Cooperación 2011, quien anima a creer en el cambio social -en la innovación social- como algo posible y deseable, como ese horizonte esperanzador para un planeta que -superando las jerarquías- se alce vigoroso a partir de "equipos fluidos" (término acuñado por Drayton).
La innovación social pasa por el cambio intencional y estructural y algunos profesionales a quienes las empresas abren sus puertas hemos de aprovechar la oportunidad para trasladar un poco de aire fresco a las organizaciones. Personalmente me lo planteo como un desafío ético.
1 comentario:
Excelente post, tienes muy buenas proyecciones a futuro excelente iniciativa al cambio.
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