Acertar con el sabio camino del medio entre el ego y la humildad -en mis apariciones públicas- me resulta tan complejo como a un funambulista mantenerse sobre una cuerda diminuta a veinte metros del asfalto. Siento el desafío, el vértigo y la zozobra, así como un chorro de adrenalina resbalando por la espalda. Y, a veces, no tengo ni idea de la percepción en sala, es decir, de lo que "se han llevado" los asistentes tras mi intervención (en verdad lo único que importa). Hoy -por ejemplo- no intuyo lo que habrán comentado en los pasillos la veintena larga de personas del comité de dirección de una fundación en la que he estado y cuya plantilla reune a más doctores, catedráticos e investigadores que el resto del territorio.
Son una élite a la que admiro y deseo aportar si bien la primera barrera a traspasar es la desconfianza -quizá el escepticismo- no hacia mí (no soy tan importante) sino hacia un "agente externo" a la organización que llega con un puñado de preguntas un tanto desafiantes. Para "ganarme" su confianza hago malabarismos entre el ego (para que me respeten como entrenadora) y la humildad (para ahuyentar el miedo a lo desconocido).
Ciertamente no parten de cero: existe la memoria histórica de la organización, la cultura corporativa, los valores, misión y visión empresarial, y un pasado en el que -tácita o expresamente- se ha valorado o castigado esto o lo otro... Son personas valiosísimas (cuyo potencial roza el infinito) y cuyos logros, en algún área, no están a la altura de su talento. Existe por lo tanto un gap, una horquilla de mejora, o un "ruido" que lastra el desarrollo de aquello que ya son y ya saben pero que -quizá- nadie les ha alentado a volcar en un mundo ¡tan sediento! de modelos referenciales-.
Les confesaré un secreto: tengo un "cuaderno de futuro" en el que me permito escribir y dibujar aquello con lo que sueño y en no pocas ocasiones se realiza con una exactitud que pone pelos de Espinete. Es el caso. Les cuento, respetando la confidencialidad:
Este mes comienzo la aventura de entrenar en liderazgo a una decena de sabios contemporáneos, trabajadores del conocimiento, creadores de patentes y fórmulas magistrales... y -aunque el "cuaderno de futuro" da fe los meses en los que he sostenido la ilusión de afrontar este proyecto- al vivirlo, casi dudo de que sea real.
Ellos no parten de cero. Yo no parto de cero. En algún lugar de la encrucijada nos encontraremos. Yo aprenderé de ellos y ojalá ellos quieran aprender algo de mí...
Al terminar la jornada dibujo una gran sonrisa en el cuaderno Peter Pauper Press(*). Una sonrisa de agradecimiento.
(*) Marca canadiense de papelería.
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