jueves, 11 de octubre de 2012

Selección de Personal

Como negras moscas flotando en una sopera, contemplo a los surfistas al mediodía en el Cantábrico: hombres que danzan con las olas y atrapan últimos destellos apenas a unos metros del asfalto. San Sebastián es la ciudad europea más integrada en el mar. Pasear hacia el despacho por la costa me ha despejado la cabeza y dado impulso para ofrecer mi modesta opinión a un importante hombre de negocios que me ha consultado para su relevo generacional enviándome a su candidato preferido. Quiere que filtre, sabe que seré honesta, y -sin embargo- se hace duro decirle lo que no quiere escuchar. Supongo que me pagan para esto ¿o no? para ser incómoda, para verbalizar lo que otros callan y algunos ocultan: no estoy segura de haber elegido este papel en el gran teatro del mundo.


Llegando al despacho cojo carrerilla, me envalentono, subo los dieciocho peldaños, abro la puerta blindada, me asomo al teclado del yahoo -que me funciona cada vez peor- y redacto un texto corto y profesional en el que aconsejo la contratación del sustituto del importante hombre de negocios por dos razones: su perfil no se ajusta a las necesidades del puesto, y sus competencias chocarán con el equipo a liderar. Lo repaso diez, veinte veces, lo guardo en borradores. Lo leo en voz alta, lo imprimo. Sí, es honesto; sí, he sido correcta (aunque no diplomática); sí, es respetuoso con la persona. Doy al clic de enviar... ¡Qué alivio! Tres horas más tarde regreso a casa. Aún flotan las negras moscas en el Cantábrico. Todavía San Sebastián lidera el ránking de ciudad europea más integrada en el mar. Los hombres juegan con las olas, dominan y son derrotados en un baile casi perfecto de equilibrio y selección natural.

En la empresa,
los problemas entran por la puerta de la contratación.

La persona adecuada, 
en el lugar adecuado, en el momento adecuado. Belbin.


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