Como extrañas medusas terrestres danzan las niñas mostrando un leve desconcierto ante un festejo que no entienden, y que -de una forma menos casta- revivirán años después cuando se casen con el antepenúltimo novio.
Emociona ver los pálidos bracitos, las diminutas flores blancas en el pelo, los inmaculados zapatos que aún hacen daño, anticipando el desencanto cuando descubran -años después- que sus padres sólo creen en el álbum fotográfico, el reconocimiento social, la complacencia a la abuela y el festejo gastronómico (si hay).
Al verlas por decenas en los parques, terrazas, palacios públicos y hasta en la bahía, he recitado mentalmente aquel verso de Alberti... ¡Ay niña no te la manche la tinta del calamar! y les he deseado lo mejor en 2013 y sucesivos.
2 comentarios:
jo que bueno!
Gracias, Eugenio. A veces ves magia donde acaso sólo halla sombras. Un abrazo desde la bahía.
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