jueves, 11 de enero de 2018

Usted ¿quiere -realmente- conocer la verdad?


En el cuadro, Séneca procede a cortarse las venas en cumplimiento de la orden directa de Nerón, emperador romano del siglo uno de nuestra era. Aunque era rico, Séneca dejó escrito que -tras su incineración- no se realizase ceremonia alguna.

¿Cómo había llegado el filósofo a tan triste desenlace tras una vida dedicada al cultivo de la sabiduría y a la educación de los poderosos? El historiador Tácito dejó escrito: "... los excesos del poder fueron minando a Séneca que terminó por compartir desnudamente sus verdades, lo que irritó al impulsivo y caprichoso emperador...".


Séneca pintado por Rubens. Museo del Prado.


Lejos de perderse en abstracciones -que acaso le hubieran mantenido con vida- Séneca practicaba una filosofía de lo cotidiano sin perder profundidad ni perspectiva. Además -y este detalle resultó relevante en la orden de suicidio- no renunciaba al aspecto ético-moral de las decisiones de Nerón que -siendo tomadas por uno- afectaban a tantos.

Confrontar al poder con verdades que no se quieren escuchar resulta peligroso  para el mensajero. En el siglo XXI pulula con frenesí la moda del diálogo, el feedback y la reflexividad. Sin embargo, el ejercicio de un genuino diálogo presupone una equidad entre las partes que pocas veces acontece (por rango, cultura etc.). El genuino ejercicio del feedback exige enorme generosidad del que lo ofrece y gigantesca madurez del que lo recibe junto a un ego sometido al bien común. Finalmente, la reflexividad precisa la búsqueda honesta y radical de la verdad, algo que no siempre se quiere descubrir.

En 2017 dos Ceos (hombre y mujer de diferentes empresas) con gusto hubieran pedido que me inmolase como Séneca. Tal era su incomodidad-cólera-ira ante las evidencias -basadas en datos- que presentaba a su análisis de situación. El hecho de que yo misma no tuviera nada que ganar, junto a la consciencia de que tenía mucho que perder, no sirvió para abrir sus ojos a la verdad y actuar en consecuencia. En fin, que hoy me acuerdo de Séneca y como él no reniego -en mi modestia de guisante- a ejercer éticamente mi oficio.


Post relacionado: Las incómodas verdades del bufón.

No hay comentarios: