Quizá porque es verano, el cuerpo (acaso el alma) me pide escribir de temas que no están directamente vinculados a mi quehacer profesional. Lo más sensato sería abrir otro blog, con otro eje temático y otros contenidos pero... la vida no me alcanza para mantener actualizados mis perfiles Google Empresa, Linkedin, Facebook e Instagram. Creo que el profesional independiente que se proponga mantener al día los contenidos que aparecen en las plataformas digitales no dispondrá de tiempo para trabajar en un sentido productivo (hacer algo útil para el mundo). El caso es que he decidido publicar en este mismo espacio. Digamos que el blog evoluciona conmigo orgánicamente y deposita su mirada en otras cosas, veamos en qué...
Quizá porque es verano, acaso porque mi edad avanza, encuentro bellísima la creación de Jonas Peterson y me alcanzan la complicidad y la ternura de los ancianos bellamente ataviados -acaso coquetos- y sin duda satisfechos de una relación de largo recorrido que sincroniza el tono de su pelo y de su ropa. Mucha sensibilidad y talento en este artista radicado en Austin, Texas (Estados Unidos).
La práctica totalidad de la obra de Peterson muestra seres viejos a los que apetece conocer. Poco importa que sean creaciones artísticas ya que evocan delicadas emociones que (me) importan.
Los ancianos que protagonizan las colecciones del artista han sabido proteger de la barbarie algunas cuestiones esenciales como la belleza del ser en armonía consigo mismo y con el otro, el gusto por el detalle seleccionado con primor y el atrevimiento -acaso la rebeldía- ante convenciones sociales que imponen el tinte capilar, los colores discretos y la mesura en el adorno.
La pareja de la fotografía evoca significados para mi. Claro que veo en ella a mi compañero de aventuras y que me identifico con la falda de pétalos golden, pero lo esencial es la armonía cómplice y el atrevimiento de vivir a su estilo y manera omitiendo el mundanal ruido y sus convenciones.
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