sábado, 29 de mayo de 2010

Coaching en Aragón

De Zaragoza... ¡al charco! Vengo de allí conduciendo custodiada por un oleaje de amapolas. Al fondo, los incansables molinos de viento. Me sonríe el bello Reino de Aragón donde he pasado dos jornadas compartiendo muchas piezas y un equipo (ver escultura de la calle Sagasta, en el centro de la capital).

Atrás dejo la Almunia, Épila, Tudela, el valle de Leizarán y me aproximo a casa con la ilusión de visionar las fotografías de los tres equipos que durante unas horas se han centrado en aprender, enseñar, compartir, pensar, reír, leer y sembrar semillas para la creación de una empresa de Coaching que se convierta en referente del sector aragonés.

Ciertamente conviene marcarse unas coordenadas, unos puntos de referencia (ver fotografía del Ebro a su paso por Zaragoza) a través de los libros, las personas y los profesionales por los que nos sintamos intuitivamente atraídos. Estos tótems en la corriente del Ebro, la corriente de la vida que -a veces- intenta arrastrarnos con virulencia, nos mantienen orientados hacia lo que importa: el ser, el alma. Con la metáfora del río me refiero a los profesionales que encarnan realidades inspiradoras que después tenemos el derecho de olvidar (en todo o en parte) para crear nuestro propio estilo.

Convives unos días con Sir John Whitmore y te impregnas de un halo aristócrata-sabio-espiritual que ningún libro o curso puede del todo transmitir. Escuchas unas horas a Alain Cardon y -aún cuando no conectes con él- te centras en los resultados como indicador de la eficacia y, desde luego, aprendes puntualidad como síntoma de respeto. Participas en grupos de trabajo con Robert Dilts y conectas con la amabilidad de quien maneja la programación neurolinguística como un arte fluído y natural. Das un paseo con Rafael Echevarría -lenta, sosegadamente- y jamás olvidas la conveniencia de escuchar "el bien en el otro". Organizas una conferencia de Xesco Espar y te quedas impregnada de su humildad, sentido del humor, y ganas de convertirte en la clase de persona que hace que las cosas ocurran. Todos ellos han estado estos días conmigo en Zaragoza porque son parte de mi background junto con la bibliografía que recomiendo, mis conocimientos y estilo de experimentada entrenadora.

Llego a San Sebastián: veinte grados (ocho menos que en Zaragoza), y el cielo lleno de algodón (quizá mañana llueva). Tengo hambre porque han pasado casi siete horas desde mi deliciosa comida en el restaurante Bilbilis. Deshago la maleta, repaso los materiales compartidos, el generoso feedback de los alumnos: puntúan por encima de nueve sobre diez. Sonrío agradecida a la vida, al Ebro, al algodonoso cielo, a las muchas piezas de un gran equipo (ellos) y me voy a dormir. Mañana será otro día.

No hay comentarios: