Casi todo acto humano implica -de una u otra manera- un gesto de comunicación: desde la intrincada solución a un conflicto laboral, pasando por una discusión de pareja, el diseño de una visión empresarial, la expresión de contento de un equipo ganador, o el dolor por la muerte de un ser querido.
Los gestos -asegura a Universidad de Yale- representan el 55% de la comunicación. El tono alcanza el 38% en tanto que la pura expresión verbal "sólo" puntúa en un 7%. Sorprendente. Muy sorprendente ¿no les parece?
Si le damos una segunda oportunidad a estos datos curiosos entenderemos por qué una persona nos cae mal antes de hablar con ella (sus gestos), y por qué alguien nos parece apasionante tras una conversación telefónica de... dos minutos (su tono). Con un mínimo contenido verbal, en el segundo caso.
Por otro lado, comunicación es lo que el otro entiende -aseguran los semiólogos-. Se acabaron las pamplinas de mis gerentes quienes con monotonía se quejan de que los subordinados "no les prestan atención, no les escuchan y, en definitiva, no les entienden". La cuestión es que no se explican por lo que el sujeto de mejora son ellos mismos y no los otros.
Por último -y no por ello menos interesante- me gusta una afirmación del sabio anciano Rafael Echevarría para quien la comunicación ha de practicarse/entrenarse/mejorarse de continuo en tres dimensiones: comunicación con uno mismo, con los otros y con lo trascendente (entiéndase Dios/ la bondad/ solidaridad...). ¿Cómo anda usted de comunicación intra-personal, inter-personal y trascendente?
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