viernes, 6 de enero de 2012

Las interrogaciones cantan la existencia de Dios

Estoy enamorada de Tranströmer, lo que me precipita al jardín de la ensoñación en detrimento de las prioridades mundanas: robo tiempo y olvido la realidad. Y -aun cuando sé que nunca se fijará en mi porque soy poco razonable: sólo me ocupo de libros y plantas y no se cocinar- no puedo evitar sentarme junto a él y recitar:
  • "... el invierno ha sido duro, pero ahora es verano y la tierra nos quiere erguidos..." 
  • "... la verdad no necesita muebles..." 
  • "... a veces uno alcanza la felicidad y la siente fugazmente de perfil..."
  • " ... las interrogaciones cantan la existencia de Dios..."
¿Entienden la fascinación que siento por este hombre? A ratos logro deshacerme de él y lo envío a la trastienda de mi jornada para planchar un mantel cuyos renos se enredan en el lino. Festividad de Reyes: última jornada festiva de la navidad 2011/ 2012. También cuando trabajo me olvido totalmente de Tranströmer: anoche llegó al despacho la mujer-duende que habita en Hendaya (frontera franco española). Sólo me visita tres o cuatro veces al año pero saca chispas a cada entrenamiento como un atleta de élite. En su pequeño cuaderno de espiral anota decisiones y  tareas que siempre realiza: está cada vez más cerca de la cima de su Everest y se aproxima a la autorrealización. 

La mujer-duende posee una invencible musculatura de coraje que le ayuda a movilizar todos sus recursos hacia la meta de integrarse en la plantilla de Ikea cuando la firma abra en Bayona (2014). Si cuando nos conocimos (2007) ningún viento era favorable porque desconocía el puerto al que se dirigía, en 2012 sujeta con  firme dulzura el timón de su existencia. Le estoy muy agradecida porque siempre me regala algo: su presencia, los compromisos cumplidos, su belleza de gacela, una vela aromática, la reseña de una exposición, un consejo de salud, un catálogo, la referencia de un libro...

Aunque la mujer-duende y yo tenemos una gran relación, no le he confesado que estoy enamorada de Tranströmer ni la sospecha de que nunca me hará caso porque soy impredecible y poco razonable: sólo me ocupo de libros y plantas y no se cocinar. Además él ¡es sueco y se lo hace!

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