jueves, 5 de enero de 2012

Solos de violín en el combate

Ligera y hueca como un macarrón, me despierto tras haber pagado sin intereses mi "deuda de sueño". Diez horas seguidas de reposo y ¡ale hop! el cuerpo responde como una máquina perfecta y se adelanta al despertador en la desbocada carrera del tiempo. Son las siete de la mañana de un jueves invernal. Repaso mi anatomía en busca de residuos dolorosos del cercano ayer: apenas una sombra del dolor de riñones, dolor de cabeza desaparecido en combate nocturno, musculatura entorno a los tobillos distendida. ¿Niveles de energía? cercanos a ocho-nueve. 

Me levanto, y como un torbellino acometo cien tareas diminutas en una metódica construcción de bolillos. En el salón que da al mar suenan bajito algunos solos de violín compuestos por Bach que rasgan y reparan el alma a un tiempo (todos sabemos porqué). Abro la agenda y conecto con cien tareas diminutas que aguardan su turno en las próximas diez horas. Con marcial disciplina ordeno mis pensamientos y en la última taza de sencha (té verde japonés) se me tiran al cuello algunas ideas intentando estrangularme si no las vuelco rápido en un post. Temo estallen en mi interior y tengan que hospitalizarme. Me apuntan a la sien como una pistola: aquí estoy, escribiendo ligera y hueca como un macarrón, pletórica de energía tras haber pagado mi "deuda de sueño", con niveles de bienestar cercanos al infinito y dos pasiones que me alimentan: escribir y entrenar. 

Mientras cierro el ordenador me asalta una última ocurrencia: ¿y si a la entrada de las empresas en lugar de un reloj para fichar hubiese un termómetro que midiera la energía-alegría de los empleados al comienzo de la jornada? No hace falta acudir al departamento de estadística de Harvard para intuir la resonancia cuasi directa entre energía-bienestar-entusiasmo-alegría y productividad-creatividad-rendimiento-colaboración. Una vez más afianzo la certeza de que hemos de ser el cambio que queremos ver en el mundo. Time off. Nueve horas y media de trabajo me aguardan. 

Dedico este post a los lectores de Madrid, cuyo crecimiento numérico está siendo exponencial. 

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