sábado, 21 de enero de 2012

Zancadilla

Clavada al tamami como una mariposa en la colección de un taxidermista duermo muchas horas un sábado: la vida me ha puesto una zancadilla y el tropezón ha hecho que me venga abajo. No en un sentido metafórico sino burdo, cayendo al suelo. En realidad es una lesión antigua de esquí que dejó tocado algún ligamento cruzado de mi rodilla izquierda. Hasta ahora había conseguido esquivarlo,  hoy es imposible voltear la cabeza hacia otro lado.


Por la mañana, con la rodilla hinchada, rígida y pesada como el yunque de mi abuelo forjador, me he desplazado por el pasillo hasta la cocina buscando la evasión del desayuno. En un viraje sobre la alfombra la rodilla ha crujido con chasquido de barquillo, me he parado, he pedido una butaca, e impotente me he dejado caer en ella. Después he soltado presión y más de una lágrima ha resbalado. De regreso al tatami me ha dado por pensar que la vida me acorrala ajena a la prieta programación laboral del próximo semestre con equipos, profesionales, viajes y supervisiones. ¡Plof! por momentos los divertidos fotogramas se han ido despiezando para dar paso a otra película más seria: la resonancia magnética, la búsqueda de un cirujano de confianza, la operación, los ejercicios que fortalezcan la musculatura adyacente y una dependencia absoluta de los demás durante... ¿cuánto tiempo?  Más lágrimas mejilla abajo.

Por la tarde el Espidifen ha hecho su trabajo y he recorrido el pasillo y su alfombra con elegancia, la hinchazón parece menos insolente, y a ratos -para probarme- me he puesto como una grulla sobre una sola pierna, la maltrecha, que ¡aguanta! De regreso a mi cuarto me ha llenado de esperanza descubrir en el córner de lectura unos quince libros en espera de abordaje. ¡Ahora podré leerlos! Mi gozo se ha diluido como un azucarillo en el café al toparme con la agenda ¡dios! ni mirar. El lunes tendré que abordarlo con energía y para entonces es posible que sepamos de qué va el menisco, el ligamento y los menudillos de la rodilla. Tras un largo y acongojado suspiro (tengo confianza con ustedes para compartir esto) me he quedado un rato mirando al mar mientras me preguntaba si la vida me ha acorralado o si es una oportunidad para que reconsidere mi frenético ritmo laboral.

Con ese interrogante entre las cejas me acuesto. 

2 comentarios:

M dijo...

Aisssss! Qué pena no poder estar a tu lado para ofrecerte un pañuelo de papel amoroso para tus lágrimitas...

Aprovecha la oportunidad para hacer cosas que de otra manera te estarían esperando. Devora esos libros y descansa. Yo estaré esperando hasta que estés mejor.

Te mando una caricia suave para tu rodilla y otra para tu corazón.

koral dijo...

Y...¿Te has respondido?
Mil besos y abrazo de osa.
Koral