miércoles, 29 de febrero de 2012

La dulce gratitud

Bastaron dos minutos, ayer, en el metro de Madrid, para conectar con una elegante mujer -que por coquetería y edad hubiese podido ser mi madre-. Primero compartió su sensación de inestabilidad en las piernas. Después me dijo que iba a su clase de teología comparada en la que esa mañana abordarían el tema de la gratitud. Bajamos en la misma parada, pero no enfilamos idéntica salida. Me deseo buena estancia en la capital y yo le sonreí.

Inestabilidad... me quedé pensando mientras accedía al exterior por las interminables escaleras mecánicas. Quizá nos hemos desconectado de la madre tierra, del contacto con lo real, y nuestros pies -siendo raices- se tambalean entre la torpeza y la zozobra.


Raíces y puntas,
entre el cielo y la tierra, estabilidad - inestabilidad 

Al mediodía paré diez minutos e hice un listado de gratitud. Gracias a Cristina parece que tengo pelo en la cabeza, parece, porque me ha hecho un corte estupendo. Gracias a Leire parece que no tengo pelo en las piernas, parece, porque me depila con primor. Gracias a Manoli, casi todas las mañanas pongo a remojo el alma en el café con leche del Narru (www.narru.es). Gracias a Pedro mantengo mi dentadura sana y vigorosa. Gracias a Iratxe encuentro calentito el despacho de Bilbao cuando accedo muy pronto algunos martes. Gracias a mi pareja me mantengo física y emocionalmente viva, y gracias a José, mi cirujano, no seré coja -al menos por rotura de menisco-.

Tenía razón la elegante viajera: somos una red de conexiones axiales interdependientes que pululan por el espacio con la inestabilidad inconsciente, casi banal, de lo que importa. Dos minutos bastaron para conectar. 

1 comentario:

H dijo...

Estos días vi este vídeo. Es precioso. Y me acordé de ti.

http://www.blogger.com/comment.g?blogID=4263792226037161411&postID=4022028743955579420

Que sigas mejorando. Bicos,

H