domingo, 12 de febrero de 2012

Mejor te lo digo ahora

Podemos acompañarte un tramo del camino. Recuerda sin embargo que -como todos- siempre estás sola. Al nacer y al morir, e incluso (rodeada de tu orquesta) cuando sobrevuelas el Auditorio Saint Pierre des Cuisines con Jean Sebastien Bach. Mejor te lo digo ahora que eres joven y hermosa, para que confíes en la fuerza tractora de tu disciplina cuando quieras hacer girar el mundo a tus píes de concertino de la Orquesta de Cámara de Tolouse (Francia), inicio profesional de una carrera que comenzó a los seis años cuando pediste a los Reyes Magos un pequeño violín medio que adquirí a un famoso cirujano de Bilbao.

Cuando la apasionada pulsión de la soledad me alcanza, engancho el brazo de Tranströmer y saltamos en el interior del viejo coche azul. Para verte devoramos trescientos cincuenta kilómetros por la región de Garonne. Tranströmer, el GPS y yo llaneamos más de tres horas sobre la nieve depositada en la campiña francesa y en un costado de las cepas a la altura de Armagnac donde fabrican uno de los mejores brandys de Europa.

Tolouse es una ciudad prieta como una media ortopédica: de calles estrechas y teterías en cualquier rincón con terraza llena de gente a cero grados con brasero eléctrico bajo la mesa. La sede de Airbus casi no registra paro, tiene un muestrario completo de todas las razas del planeta y es cara. En el Hotel Crowne puedes olvidarte unos instantes de la soledad porque  el confort de la  suite -que asoma a la plaza Capitole- anestesia cualquier sensación dolosa. El Auditorio estaba lleno: ni una butaca mostraba desaliento. Muchos aplausos, un pequeño bis puramente diplomático como hacen en Centro-Europa y se apaga la cerilla que alumbra el alma de un músico, de un escritor. El poeta Tranströmer llora: su sensibilidad se afila como un témpano de hielo que gotea en primavera.

De regreso, trescientos cincuenta kilómetros de silencio nevado en Saint Gauden, Tarbes, Hendaya, San Sebastián y un teclado para acompañar la soledad en la que vivimos si no amamos. Aprieto el delgado brazo de Tranströmer y "tiro pompas de jabón" como decimos en casa cuando estamos contentos.

1 comentario:

H dijo...

Cuánto amor destila esta pequeña estrofa de prosa poética.
Bicos,

H