Nerviosa como una novia primeriza (de las de antes), deambulo por la casa. No diría sin rumbo, tampoco sin intención, aunque el zig zag inquieto de mis pies volvería loco a un león enjaulado en la celda estrecha de un zoo.
He recibido la primera llamada hace dos horas, ya debiera haber recibido la segunda que no se produce por más que cante y baile al teléfono del hall. Rebelde, el reloj de la cocina se empeña en marcar un minuto cada sesenta segundos desoyendo mi deseo de que coja velocidad de ave ¡qué digo! de AVE.
No hay polvo ni telarañas en la casa, ni siquiera en el garaje. He puesto jabón nuevo y perfumado en los dos baños. Las plantas semejan por su perfección el botánico de Stuttgart. Los fruteros representan el edén a escala doméstica, y hasta he sacado brillo a las manzanas rojas como me obligaba a hacer mi madre (siendo niña), los sábados por la mañana. Por último, hace una hora he trepado monte arriba -como una cabra- para conseguir flores salvajes y amarillas: las únicas que le gustan. Acabo de colocar el florero en la mesilla sobre una base de canicas al tono.
Creo que no falta nada, excepto la segunda llamada para que me acerque a la estación central. Viene directamente de París, tras un concierto exitoso. Se que viene agotada por lo que he previsto una cena suculenta, una cama mullida y una bañera con espuma, En fin, todo lo que propicie que se sienta ¿cuidada? ¿querida? ¿emocionada?
Ring, ring, ring... segunda llamada... Les dejo ahora, en medio del post. Parto rauda camino de la estación central. Hoy llenaré el saquito emocional, con ella. Touché.
He recibido la primera llamada hace dos horas, ya debiera haber recibido la segunda que no se produce por más que cante y baile al teléfono del hall. Rebelde, el reloj de la cocina se empeña en marcar un minuto cada sesenta segundos desoyendo mi deseo de que coja velocidad de ave ¡qué digo! de AVE.
No hay polvo ni telarañas en la casa, ni siquiera en el garaje. He puesto jabón nuevo y perfumado en los dos baños. Las plantas semejan por su perfección el botánico de Stuttgart. Los fruteros representan el edén a escala doméstica, y hasta he sacado brillo a las manzanas rojas como me obligaba a hacer mi madre (siendo niña), los sábados por la mañana. Por último, hace una hora he trepado monte arriba -como una cabra- para conseguir flores salvajes y amarillas: las únicas que le gustan. Acabo de colocar el florero en la mesilla sobre una base de canicas al tono.
Creo que no falta nada, excepto la segunda llamada para que me acerque a la estación central. Viene directamente de París, tras un concierto exitoso. Se que viene agotada por lo que he previsto una cena suculenta, una cama mullida y una bañera con espuma, En fin, todo lo que propicie que se sienta ¿cuidada? ¿querida? ¿emocionada?
Pocos son los paisajes, poemas, cuadros, composiciones musicales, películas, gestos y personas que emocionan hasta el tuétano. Ella es una de mis excepciones por su autenticidad en el vivir. El alma se huele sin nariz, se palpa sin tocar, se intuye sin razones. También por eso ayer salí touché (tocada) del cine de mi barrio tras haber visto Intocable. Risas y lágrimas por igual en una producción francesa dirigida por Eric Toledano y Oliver Nakache que dura 115 minutos y en la que los personajes principales conmueven por auténticos.
Ring, ring, ring... segunda llamada... Les dejo ahora, en medio del post. Parto rauda camino de la estación central. Hoy llenaré el saquito emocional, con ella. Touché.
1 comentario:
Espero que apreciase la cena, se deleitase con la visión de las flores frescas y amarillas y durmiese como un lirón en la cama mullidita :-) amaia
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