sábado, 14 de abril de 2012

Mil demonios

A ratos pierdo la santidad. La santidad que todos portamos dentro como una llamita incandescente. 

Cuando pierdo la paciencia vivo el infierno en la tierra, y la agitación caótica de las emociones asemeja el mar embravecido. Entonces se ponen en carne viva las heridas del pasado: viejos cráteres que aún supuran lava. Y de las grietas de la vulnerabilidad por centenares emergen los demonios como en la novela de Paul Auster (Diario de Invierno), como en los cuadros de El Bosco. Sin piedad me devoran las vísceras de la compasión y la ternura.



Tengo un lado oscuro -como todos- aunque no me consuela en absoluto. Y quiero compartirlo porque deseo apearme del ego a quien tanto gusta el pedestal en el que algunos me coloran. Soy imperfectísima, y desde esta consciencia vivo y trabajo, lloro y aprendo, río y me esfuerzo, escribo y me desgasto. 

1 comentario:

H dijo...

Afortunadamente. Como bien dices, como todos.
Bicos,

H