domingo, 20 de mayo de 2012

El Diamante del Compromiso

Aunque Leo es un vecino discreto, hoy me ha visto tan desvencijada (al coincidir en el rellano del inmueble) que me ha preguntado qué me pasaba, a lo que he respondido que el mar estaba hoy infernal. ¿Te has bañado en el mar? me ha dicho entre perplejo y admirado, por lo que he respondido que en realidad he sido una cobarde. ¡Ya será menos! he oído mientras desaparecía tras la puerta de su casa y me deseaba ¡buen provecho!

He de confesar mi cobardía: tan sólo he realizado tres cuartas partes de mi objetivo inicial para esta mañana festiva. Es cierto que hace frío (apenas diez grados), que llueve con saña, que las olas más que juguetonas están altivas (casi puñeteras), y que la transparencia del agua ha mutado en lodo opaco en el que es fácil imaginar voraces peces cien metros mar adentro.

El caso es que he llegado a casa con el sistema cardiovascular en plena forma, pero con el alma un tanto maltrecha: llevo mal no alcanzar los objetivos que me propongo sean de ocio o de trabajo. Tres cuartas partes ¡guagg! por un poco de frío, otro poco de desconcierto, dos inesperados revolcones en la espuma, un poco de arena en el ojo izquierdo y los dedos de los pies levemente amoratados. Disculpas, pamplinas. ¡Podía haberlo hecho y me sentiría mejor! 


Ambiciones. ¿Ambiciones? Ambiciones es el nombre de la finca de Jesulín de Ubrique que sale a subasta, también un término ambiguo sobre el que reflexiono desde que entreno a cinco hombres altos, guapos, inteligentes, dialogantes y ¡desmotivados! No tanto como para afectar la cuenta de resultados pero... Ahí está el argumento para mi contratación: Azucena ¡dales un chute de adrenalina, que salgan a comerse el mundo y resto del planetarium! De momento hacemos lo que podemos, aunque un clamor en mi interior pugna por formular que es necesario (acaso imprescindible y urgente) instalar en la empresa el Diamante del Compromiso que consiste en que estén correctamente integrados en la organización cinco pilares que se resumen en:

1º.-  La función (tarea adjudicada al trabajador: persona adecuada en puesto adecuado).
2º.-  La cultura de la organización: los valores de la compañía, la coherencia entre lo que se dice/ hace...
3º.-  La relación con el jefe directo -ésta sigue siendo la principal causa de fuga de talentos: mala relación con el jefe directo-.         
4º.- El vínculo contractual con la empresa: condiciones económicas, de conciliación, formación...
5º.- La relación con los miembros del equipo (pares y/o inferiores).

Cuando las patitas -en verdad ángulos del diamante- están bien, los entrenamientos en liderazgo alcanzan sus objetivos plenamente: cien por cien. Resulta difícil, sin embargo, forzar el desarrollo de los directivos si -por ejemplo- están descontentos con su salario, o con los criterios de promoción interna, o no tienen margen de maniobra para introducir mejoras en sus equipos. También resulta anacrónico vender el valor del cambio y la pro-actividad y -en el día a día- palmear a quienes repiten miméticamente comportamientos de hace una década. Y resulta desmotivador que el jefe directo no reconozca esfuerzos y logros, o no comparta la visión empresarial de un modo comprensible-aplicable. 

Quieren que yo desarrolle personas a través de conversaciones socráticas. En realidad me piden un imposible si antes no instalan  "El Diamante del Compromiso" ¿no les parece? Lo hablaré con el director general, en cuanto regrese de Dubái. Con esta multinacional -y si no me cortan la cabeza- tres cuartas partes del objetivo será un gran logro. No mío, of course, sino de ellos (los cinco directivos a los que entreno).   ¡Son taaan fantásticos!  

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