domingo, 27 de mayo de 2012

Resignarse = Envejecer

Ella abrazó la espalda de su pareja, cerró los ojos, y pensó: - no envejezcas, no enfermes, no te mueras nunca-.  Al poco rato se durmió. 

Aunque llevaban juntos treinta años -o quizá porque llevaban juntos treinta años- era la primera vez en la que semejante pensamiento había cruzado furtivo el umbral de la consciencia para presentarse como una nube in medias res (en mitad de la historia) que situaba a los personajes al borde de los cincuenta (ella) y de los sesenta (él). Por la mañana habían comprado una caja de tazas de té de la marca Churchill -parecidas a las adquiridas en 2001 y en 1984-: el gusto por la vida y la pasión del uno por el otro se mantenían, si bien ahora les acompañaba una nube en el té de la mañana. No envejezcas, no enfermes, no te mueras nunca.



En literatura se recomienda empezar una historia in medias res -en mitad de la acción- para despertar el interés del lector y llevarlo (a posteriori) hacia adelante o hacia atrás en la línea temporal del argumento. Comprobada la excelencia de esa técnica narrativa dudo, sin embargo, de que funcione con igual eficacia en la vida real. Me explicaré. La mayoría de las personas a las que entreno están en la llamada "mediana edad" así que llegan con cierto bagaje existencial que incluye golpes bajos del destino: pérdida de parientes, intervenciones quirúrgicas, juicios, traiciones, fracasos, infidelidades, accidentes... Ellas y yo coincidimos en un cruce de caminos con historia. 

Creo que envejeces cuando dejas de plantar cada jornada la semilla de la esperanza, cuando te resignas (Gide). Quizá por  mi obsesión de mantener las cosas con vida, lo primero que trabajo en las personas es la recuperación de la esperanza. ¿Esperanza? Sí, contra evidencias, pronósticos, vientos, realidades, noticias, profecías y mareas, porque sólo nos mantiene enteramente vivos la fe y el coraje de luchar. En fin, no tirar nunca la toalla ¿nunca? Nunca. 

Las cosas se complican cuando trabajo encargos financiados por empresas ya que los profesionales llegan doblemente heridos: no son una página en blanco por su biografía, y no son una página en blanco por su trayectoria profesional. Vienen troquelados por la experiencia laboral previa en su organización cuajada -con frecuencia- de traiciones, mentiras, desconfianza, hartazgo, desaliento y sarcasmo. De manera inconsciente me tratan como parte del "staff empresarial" proyectando en mí la venenosa pócima de la desconfianza, y desaprovechando la oportunidad de un acompañamiento honesto en procesos de cambio y mejora de las relaciones inter-personales, el liderazgo de los equipos, o el logro de objetivos trascendentes.

Si mantenemos la metáfora jardinera, alcanzada la mediana edad somos un tronco seco tras décadas de persistente lluvia ácida -o troquelaje organizacional-. Entrenar en la poda y abono de tanto roble hueco agota, quema mis reservas de esperanza, y no es difícil  que acabe maltrecha al término de la semana tras la cruenta batalla entre la esperanza y la resignación de tantas personas in medias res. Pero tengo claro cuál es mi personaje, y el lunes salgo de casa repleta de energía, dispuesta a beberme los vientos del cambio en un mundo que agoniza por la lluvia ácida del desaliento. No envejezcas, no te resignes, no te mueras, susurro al oído de los humanos mientras plantamos juntos semillas de esperanza.

1 comentario:

Juan Manuel Santiago dijo...

Hola! Acabo de descubrir tu blog y me ha gustado mucho tu entrada. Muy motivadora. Gracias! Juanma.