viernes, 25 de octubre de 2013

La integridad como clave competitiva


Una entidad bancaria de prestigio internacional me pide un artículo en el que explique las claves de la competitividad de los equipos empresariales. Dado que tengo un cierto compromiso con ellos acepto el encargo, a sabiendas de lo poco que me inspira el término competitividad, y de las horas que tendré que dedicar a la tarea de construir un texto que refleje mi momento profesional senior.

Competitividad resuena a competición, es decir, a medirse con otros ¿contra otros? ¿frente a otros? lo que tiene lógica de mercado pero contradice todas las corrientes de pensamiento vinculadas a la estrategia del "océano azul" libro homónimo -escrito por W.Chan Kim y Renée Mauborgne- en el que se sugiere romper con la disyuntiva del valor o el coste, se apuesta por crear espacios de negocio exentos de competición, y se propone la búsqueda y hallazgo de nuevos usuarios de productos o servicios. Otros usuarios.

Frente al "océano rojo" en el que las empresas, los equipos y los profesionales, se pelean como hambrientos tiburones por un pedazo de la misma merluza ensangrentada, quienes optamos por los "océanos azules" creemos en otras opciones que, lógicamente, precisan otros enfoques, métodos y prácticas empresariales. Veamos cuales y -sobre todo- veamos cómo.



Dado que sólo los locos pretenden seguir haciendo las cosas igual y obtener resultados diferentes, la estrategia del "océano azul" exige cambios, una palabra mucho más hermosa que la sofisticada innovación. Cambios que pueden abordarse en la superficie (sintomáticos), en la profundidad (causales), detrás de los acontecimientos (adaptativos) o delante de las tendencias (intencionales) en busca de plenitud.

Frente a las trilladas innovaciones en producto, servicio, proceso o en mercado... en pleno siglo XXI considero pendiente la innovación social, aquella que pone a las personas en el centro de la escena en la certeza de que los profesionales motivados son rentables no sólo porque rotan menos en los puestos de trabajo, o porque se acogen a menos bajas por enfermedad, sino porque son más productivos. Y lo que a mi entender aún es más esperanzador: los profesionales motivados piensan y aportan ideas valiosas basadas en el conocimiento cercano del negocio, los clientes y sus necesidades. 

En calidad de consultora artesana y pionera del entrenamiento empresarial en el País Vasco (2002), propongo la innovación en la gestión de las personas para crear no sólo espacios prósperos sino felices, dotando de sentido el trabajo cotidiano por cuenta propia o ajena. 

Ahora bien, las personas aportan lo mejor de sí mismas sólo si quieren (desde la pura voluntariedad), lo que precisa unas "condiciones de contorno" que se asientan en la confianza que generan sus directivos, es decir, de la coherencia entre el pienso-digo-siento-hago de los líderes de la organización.

En síntesis, para que los trabajadores aporten la milla extra  -mejorando la productividad- es imprescindible que los máximos responsables empresariales se conviertan en un modelo referencial de integridad (ética) entendida como el cumplimiento de la legalidad y un poco más... en el sentido de contribuir a la construcción de un mundo mejor, un "futuro deseado" del que hablan los expertos internacionales y líderes de opinión John Kao y Lynda Gratton (catedrática de la London Business School). 

Poner a las personas (y su dignidad) en el centro de la escena empresarial -lo que se denomina Innovación Social- es la asignatura pendiente para hacer de este mundo un lugar mejor en el que vivir y trabajar. La competitividad será un subproducto que llegará por añadidura.

No hay comentarios: