lunes, 3 de febrero de 2014

CeoDos


De plastilina, las barandillas de La Concha ceden a la arrolladora fuerza del mar, la mar. Enfurecido como un Dios traicionado el Cantábrico destroza las frágiles construcciones de los humanos.




De no ser por el coste económico para ciudadanos e instituciones, los destrozos me importarían un pito porque la naturaleza, el mar, la mar, tiene sus razones para rebelarse contra una civilización que no atiende, que no escucha, y que no respeta nada en un supremo ejercicio de soberbia.


2 comentarios:

Christian.worth.lecoach dijo...

Ademas, el resultado no esta feo, segun lo que veo. allí va la zona de confort de Donostía!

Azucena Vega Amuchástegui dijo...

Gracias Christian por asomarte al blog. Un abrazo, desde San Sebastián. ¡Gracias!