domingo, 7 de mayo de 2017

Monchito y los Pegamoides


Somos sosos como la calabaza. Mi pareja y yo somos sosos hasta que nos vence el cansancio y comenzamos a reírnos el uno del otro, el otro del uno, y los dos de cualquier cosa. Por ejemplo, cuando llevábamos diez kilómetros de caminata, en una zona recóndita del bosque, a mi compañero le ha dado por decir que bajo las hayas viven Monchito y los Pegamoides, y esa broma tontorrona nos ha hecho trastear de risa un buen tramo del camino de vuelta a casa.



Los directivos que pasan tiempo con su plantilla
se ganan la confianza de los equipos
y toman mejores decisiones de negocio.



Pero esa expresión no es nuestra, sino del director general de una planta industrial del sector de la automoción donde entreno a algunos de sus responsables. 

La escuché por primera vez cuando quise bajar a los talleres para husmear el almacén, observar los paneles de planificación, descubrir la manera de producir accesorios ornamentales para vehículos de lujo, y contar decenas de moldes para la elaboración de sofisticadas piezas. ¡Ah! ¿Quieres ver como funcionan Monchito y los Pegamoides? - me dijo en tono socarrón el directivo cuando le pedí permiso para visitar la fábrica con mi chaleco fosforito, mis zapatos de seguridad y mi casco-. Después lo conté en casa y se ha quedado como parte del acervo de bromas que compartimos.

Monchito y los Pegamoides son los trabajadores de cualquier industria y sector que sacan adelante productos o servicios, los que están "en el barro".

No se me alcanza cómo conocer la realidad de una fábrica sin recorrer los talleres, las máquinas y hasta la sala de café de los operarios. Tampoco se me ocurre cómo descubrir los entresijos de una organización si permaneces sólo en la "zona de moquetas", es decir, en la planta noble que acoge los despachos de amplios ventanales de los principales directivos...

En mi caso no tiene mucho mérito bajar "al barro" porque tanto en el monte como en la fábrica me apasiona descubrir cosas nuevas, pero  además estoy convencida de que el "mal de altura" que aqueja a muchos directivos les priva de información relevante para tomar decisiones por dos razones: la primera, por lo que podrían descubrir por sí mismos; y la segunda, porque son precisamente Monchito y los Pegamoides los que conocen la complejidad-profundidad y los entresijos del negocio.

Como decía el general Eisenhower: "... Un oficial no debe nunca rehuir el deber de presentarse ante sus hombres, de hablar y de alternar con ellos...". 

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