martes, 27 de octubre de 2009

Rompecabezas

Me paso el día montando puzzles. No sé si a ustedes les gustaba montar rompecabezas cuando eran niños. Yo sólo tenía uno en el que aparecía un paisaje de Zúrich (Suiza) que me fascinaba y aunque lo hacía todos los domingos jamás llegué a controlarlo. Se veían unos tejados azules terminados en afiladas agujas y era difícil (o yo lo encontraba difícil para mi edad). En el último traslado familiar terminó en un basurero y ya no lo tenemos. Hablo de hace... ¿treinta y cinco años? Una barbaridad de tiempooooo.

El caso es que ahora me gano la vida montando puzzles. Con mi visión de cíclope veo las piezas esparcidas por las naves de las empresas e imagino como puede resultar el conjunto: un sistema armónico en el que unos encajen en otros, se complementen, apoyen, alienten y estimulen inspirados por un objetivo compartido. Monto puzzles de bastantes piezas aunque no tantas como las que tenía el de Zurich. Bueno... en realidad... seamos honestos: los montan ellos a partir de los entrenamientos que compartimos. Esa es la magia de las técnicas generativas: sacan de las personas, los equipos y las organizaciones el rompecabezas que existía de antemano sólo que ¡hay que saber verlo antes de completarlo! y eso tiene su misterio y su gracia.



También de desgracia la verdad, porque si bien eres testigo de puzzles que se montan a partir de las piezas originales -lo cual es muy hermoso y alentador- no lo es menos que tan pronto sales de una empresa -con el puzzle recién montado- entras en otra en el que las piezas vuelven a estar desperdigadas por la moqueta del pabellón. Vuelta a empezar. Una y otra vez y así todos los días, muchas semanas, durante meses y años y ¡corcho! no se acaba nunca el juego de montar rompecabezas. Es una nueva profesión por eso le llamamos emergente. Y nunca controlas del todo las herramientas que ajustan cada pieza con precisión. Las personas son predecibles hasta cierto punto después del cual se sumergen en el misterio insondable del carácter, las pulsiones, la bondad/ maldad y un larguíiiiiiiiiiiiiiiiiisimo etc. que no es objeto del post y ¡claro! son el ingrediente principal de la historia: o casan o no hay sistema.


Monto puzzles... todo el tiempo... desde hace siete años... siete horas al día . Siete meses de cada siete, a veces siete días a la semana. La magia está en ser oteador y adivinar la figura exacta que tendrá la construcción antes de completarla. No crean... su intríngulis. Cuando sale ¡es fabuloso! como aquel tejado azul de Zúrich donde había un reloj que marcaba las siete. Hora de terminar esta entrada. Tengo que juntar piezas en una empresa situada en el Zuatzu -a las afueras de San Sebastián- y esta vez no sé si es un tigre o un leopardo. Las personas ¡somos tan impredecibles!

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