viernes, 30 de diciembre de 2011

Tranströmer, el paraiso y yo

Hay un país que es un lago anegado por la tierra. En el lago viven zarapitos y patos entre cafés, terrazas, hoteles, restaurantes y casas-barco que flotan en los canales semejando calles.


En tierra, hay un país que compite con los molinos de La Mancha castellana. Es un país tan rápido que no basta con caminar sobre dos pies con botas nórdicas: todo gira sobre dos ruedas y un sillín tan incómodo que acaban por dolerte los isquiones;  cuando llueve, se forman charcos que puedes atravesar con impunidad porque las bicicletas holandesas no tienen frenos pero sí guardabarros: el agua no te salpica en la espalda ¡y es una gozada!

Por si el caudaloso lago no bastase para anegar las tierras bajas de este pequeño país, en su ayuda acude el río Rotte que da nombre y ordena la vida urbana de la gigantesca ciudad que -eclipsada por el glamour del cercano Amsterdam- pocos turistas conocen.

Cuatro horas de pedaleo han tenido su recompensa al alcanzar la calle Nieuwe Binnenweg en cuyo número 79 está la deliciosa pastelería Koekela  (www.koekela.nl)  donde hacen las mejores muffins que conozco acompañadas por un café doble, negro y en vasito que revive a un muerto y repara el alma de un vivo. De hecho, por la tarde hemos habitado un paraíso llamado Elysium (www.elysium.nl) a las afueras de la capital donde en tres horas no alcanzas ni la mitad del placer disponible en piscinas de agua idéntica a la del mar muerto por su salinidad, saunas de mil formas, olores, piedras y texturas, infrarrojos que te achicharran la espalda, cámaras de hielo, diminutos lagos de aguas termales, jardines propios de Grecia y Babilonia, chorros de agua cuya intensidad deshace cualquier nudo en cervicales y omóplatos... y ¡la sala del relax! una cápsula de silencio cálida y mullida al extremo donde las personas duermen, descansan, o se mueven lenta y armónicamente tras haber dejado fuera el ego y el stress.

Por la noche he recuperado mi libro de avión,  El cielo a medio hacer  de Tomas Tranströmer, metafórico y bellamente inspirador.. El poeta y último Premio Nobel de Literatura sugiere con su ejemplo "el derribo de las paredes que hay dentro y fuera de uno mismo".  A ello me entrego... justo antes de dooormiiiiir. 

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola Azucena!

Feliz estancia en Holanda..que disfrutes mucho con la compañia de la "sirena"..

Hoy me he "autoregalado" el libro "Coaching estratégico. Cómo transformar los límites en recursos"...una buena forma de terminar el año en nuestra querida Donostia.

Un abrazo fuerte !

Ander