Llueve en la bahía. Son las 7.12 de la mañana. Salgo hacia la capital vizcaína. Llevo mis neuronas en forma, herramientas de trabajo para entrenar, hoy, a dos directores generales de quienes aprendo más de lo que comparto. Lo vivo como un lujo. Personas excepcionales, que hacen esfuerzos excepcionales, y aún se exigen más, desde el sentido de la responsabilidad, del "deber".
También llevo mi corazón y su capacidad compasiva para sintonizarme con sus apenas confesados sufrimientos: son humanos. Escribiré más... a media tarde... tan pronto libere dos horas serenas en un paisaje inspirador.
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